Una aventura por la misteriosa península de Taitao - 7 de Junio de 2020 - El Mercurio - Noticias - VLEX 844955255

Una aventura por la misteriosa península de Taitao

E sa mañana, una niebla densa y envolvente cubría las decenas de montes húmedos, verdes y selváticos que aparecían sobre la superficie del mar. En el centro de la escena, como un fantasma en este paisaje insular aysenino, la "Noctiluca", un lanchón de madera de diseño chilote, se abría paso entre los fiordos, por las mismas aguas por las que algún día navegaron Hernando de Magallanes y Charles Darwin.Era el horizonte marino que rodea la península de Taitao, una extensión de tierra austral, al surponiente de Puerto Aysén, que, como si fuese un brazo, se despliega pegada al continente a través de un angosto tramo de tierra -o istmo- que une este accidente geográfico con el resto del país. Un lugar que Andrés Pérez y los hermanos Francisco y Benjamín Molina, surfistas y aventureros, ya conocían bien. En 2015 habían viajado por estos mismos lugares, buscando olas para surfear -lo que fue contado en el documental Taitao -, pero que ahora, tres años después, los tenía de vuelta por otra razón.Este mismo sitio lo venían observando, una y otra vez, en diversos mapas y cartas de navegación, sobre todo después de conocer la existencia de varias crónicas del siglo XVI, detalladas en el Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile , que se publicó en 1880.Allí se contaban los primeros registros geográficos de la costa austral -entre el Estrecho de Magallanes y el archipiélago de los Chonos-, realizados por el español Juan Ladrillero, uno de los navegantes que viajó con la flota de Magallanes. En el relato, el cronista hablaba de la existencia de una "caverna infernal" que existiría en algún lugar de las costas de Taitao, y donde se escuchaban gritos y sonidos guturales aterradores.Casi 500 años más tarde, como si se tratara de la búsqueda de un tesoro, estos tres aventureros -junto al biólogo Bernardo Segura y el buzo Sebastián Lira- se propusieron encontrar esa mítica caverna, esta vez a bordo de una embarcación cómoda y moderna, la "Noctiluca".Para eso navegarían durante 20 días por los canales patagónicos desde Puerto Aysén, bordeando la costa de la península de Taitao y desembarcarían finalmente en Puerto Slight, para recorrer las playas y bosques prácticamente intactos que cubren este lugar, uno de los más remotos de la Patagonia."Estudiamos la zona y nos encontramos con estos mitos antiguos, como el de la caverna, o con historias que dicen que aún existirían grupos kawéskar en la península", cuenta hoy Andrés Pérez, a casi un año de la expedición y a pocas semanas de haber estrenado Yaktal , el documental dirigido por Mateo Berrenengoa, que cuenta esta travesía y que está disponible en YouTube. "Son lugares interiores muy lejanos, de los que no se sabe prácticamente nada. Justamente, nuestro sueño con esta película era ese: mostrar este lugar que es espectacular y totalmente desconocido".El viaje interiorEra una fría mañana de mayo, el mejor mes para comenzar un viaje por los canales de Aysén, según habían dicho en la "Noctiluca", por las condiciones climáticas más favorables. A bordo, doce hombres -los tres líderes de la expedición, la tripulación y el equipo audiovisual- zarparon desde Puerto Aysén sin quitarle la vista a los mapas y cartas de navegación. ¿El destino? Un punto en Taitao donde, según los cálculos de los aventureros, debería encontrarse la caverna descrita por Ladrillero.Hacia el suroeste del mapa sudamericano, Taitao se ve como la punta más alejada del territorio continental chileno, justo al norte del golfo de Penas. Un hito geográfico que en el dibujo es una mancha verde y solitaria que parece escapar del resto de Chile, sin miedo de enfrentarse a las bravas aguas del Pacífico.Mientras el barco se aventuraba en medio del paisaje que rodean las aguas de los canales entre Puerto Aysén y Taitao, Andrés Pérez y su equipo comenzaban a registrar las escenas que no se les borrarían más de la cabeza. "En la ruta pasábamos entre pequeñas islas verdes, algunas de vegetación depredada, ya que en el pasado sus árboles fueron casi todos talados para extraer leña", cuenta.Pero el paisaje cambió abruptamente cuando salieron de los canales rumbo a la bahía Anna Pink, en el borde norte de la península. Allí empezaba el enfrentamiento directo de las islas australes con el Pacífico y, entonces, todo mutó. La potencia del mar abierto comenzó a sentirse en la "Noctiluca", que con rumbo sur comenzaba a acercarse al temible golfo de Penas."En ese lugar se sentían los estragos que causaba el movimiento del mar", recuerda Pérez. "Fueron cerca de diez horas de navegación, sin contar las salidas a tierra, que podían durar hasta doce horas diarias. En esas jornadas, lo más seguro era ir sentado junto al capitán, para evitar el mareo".Una vez que la "Noctiluca" dejó atrás la bahía Anna Pink, el viaje rumbo a la costa sur de Taitao implicó pasar frente al cabo Elena y la bahía Seat. Una vez rodeada la península, la "Noctiluca" dobló al norte, para adentrarse hacia el mar interior de la península, luego de atravesar otra zona de aguas violentas: la zona del cabo Tres Montes, un sitio entre el borde sureste de Taitao, justo al norte del golfo de Penas, que está muy expuesto al océano. "Ya acercándose a la península, el paisaje era diferente, con inmensos bosques muy tupidos, que nunca habían sido depredados, con capas de árboles de troncos gigantes, cubiertos por helechos", relata Pérez.Una vez pasado el cabo Tres Montes, la embarcación volvió a tomar dirección noroeste para anclar finalmente en Puerto Slight, justo en el brazo en que la península se curva. Según los datos que habían recopilado, cerca de ese lugar debería estar la cueva de Ladrillero. "En las mapas aparece como la parte más angosta de Taitao, cerca de la bahía Barrientos", cuenta Pérez.Sin embargo, la decepción fue grande. Navegaron las costas de la península, bordeando sus islas interiores y apreciando sus bosques, pero la misteriosa cueva nunca apareció. Ya llevaban 13 días de expedición y las cosas no estaban resultando como esperaban. La comida se les acababa y las condiciones de navegación se volvían cada vez más peligrosas."No es seguro y no voy a correr riesgos innecesarios", dijo René Contreras, el experimentado capitán de la "Noctiluca". El peligro de enfrentarse a olas de más de siete metros en algunos sectores era inminente, y el reporte de la Armada confirmaba lo peor: el clima iba a empeorar los días siguientes. Así que, con pesar, asumieron que encontrar la caverna de Ladrillero sería solo un sueño lejano.Pero no todo estaba perdido. Por más que habían asumido la caída de su propósito inicial, Pérez y su equipo comprendieron aquella premisa que dice que, más que el destino, lo importante es el viaje, la experiencia.Antes de llegar a Puerto Slight, de hecho, la tripulación de la "Noctiluca" había sido testigo del gran espectáculo que resulta ser escoltado por una ballena jorobada. Y una vez ahí, en tierra, encontraron algo inesperado: cientos de huesos de ballenas esparcidos en la arena.Eran los restos de un inusual varamiento de ballenas ocurrido allí en 2015, cuando 337 ejemplares llegaron a morir en estas playas."Cuando lo vimos nos preguntamos, ¿será un cementerio de ballenas o hay algo de la geología que las atrae a morir en este lugar? Es muy fuerte relacionarse con estos animales impresionantes, vivos, nadando en el mar y después, ver sus cadáveres gigantescos en la playa, tirados, muertos", dice Pérez.Esa fue la razón que los llevaría a llamar Yaktal a su película: en lengua kawéskar, refiere a la ceremonia de cánticos con que este pueblo originario conmemoraba la varazón de una ballena.Naturaleza amenazadaDurante el viaje, Pérez y su equipo constataron en terreno lo salvaje que permanece toda esta zona, donde los mapas ni siquiera especifican los sitios seguros para fondear un barco. "Es un lugar donde manda la naturaleza y el clima es implacable", cuenta Pérez. "Las tormentas son tan fuertes en Taitao que el suelo está cubierto de miles de árboles caídos. A veces caminas por una superficie donde el suelo son capas y capas de hasta siete metros de troncos derribados".Durante los días en que la expedición ancló en Puerto Slight, los viajeros se dedicaron a recorrer la zona, a través de excursiones terrestres hacia lugares como el faro Cabo Raper, a siete kilómetros del puerto, hacia el oeste de la península de Taitao, donde viven cuatro marinos que cuidan de este lugar. "El faro mira directamente al océano Pacífico. Se enfrenta a olas gigantes de hasta diez metros, a vientos y lluvias torrenciales. Ellos suelen pasar aquí entre tres o seis meses, para luego rotar con sus compañeros. Hoy, su trabajo contribuye con la red mundial de faros, que estudian el clima, hacen soberanía, apoyan la navegación y ayudan en el caso de cualquier accidente marítimo en la zona", dice Pérez.Pero también fue durante esas excursiones cuando la expedición se encontró con lo que menos hubieran querido: basura. "Caminando por Puerto Slight me encontré con botellas de cerveza chinas, con muchos restos de las salmoneras y plástico", dice Pérez. "Esta zona, aunque colinda con el Parque Nacional Laguna San Rafael, no se encuentra protegida. Por eso, esperamos que con esta película podamos mostrar la riqueza de este sitio y contribuir a su resguardo".Durante los últimos siete días de la expedición, el clima comenzó a empeorar cada vez más. Sin embargo, en cada ventana de buen tiempo bajaban de la "Noctiluca" para adentrarse en los bosques de Taitao. Según Bernardo Segura, el biólogo que los acompañó en el viaje, los bosques de esta zona están en un estado de conservación como pocos en el mundo, pero como es una zona tan alejada, apenas hay registros de las especies de flora y fauna que cubren la península. De hecho, Segura aprovechó de traer muestras vegetales para estudiarlas en Santiago."Este lugar debería estar protegido", dice Pérez. "En el mundo, cada vez quedan menos lugares como este. La península de Taitao es como estar en otro planeta. Te...

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