'Él tiene que asumir y va a pagar solo' - 28 de Julio de 2012 - El Mercurio - Noticias - VLEX 390937350

'Él tiene que asumir y va a pagar solo'

Erika está allí para ver a su hijo Luciano Pitronello, 23 años, ex estudiante de Periodismo de la U. Diego Portales, ex alumno de Inacap y ahora, desde hace una semana, en juicio oral por haber colocado una bomba en el Banco Santander, sucursal Vicuña Mackenna, el 1 de junio de 2011.Â

Cuando obtiene su número vuelve a su auto y espera que abran las puertas de la cárcel. A las nueve ingresa, entrega su carné mientras le timbran el brazo con una figura que cambia cada día y que identifica a qué sector va. Luego viene la revisión. Cuatro gendarmes la esperan en una sala y, aunque es incómodo, humillante, ya realiza de memoria el procedimiento: se levanta la blusa, el sostén, mientras examinan que no lleve droga o celulares. Se baja los pantalones y la ropa interior, la vuelven a inspeccionar.

Finalmente entra al Área de Salud del Penal Santiago Uno, donde se encuentra su hijo luego que la bomba explotara en sus manos y él se quemara parte de su cuerpo, perdiera la mano derecha y tres dedos de la izquierda, además de su visión de manera parcial.Â

"Cuando llego adonde está nos damos un abrazo tan fuerte que puede durar tres, cuatro minutos. No nos queremos despegar, él se pone tan feliz", dice Erika.

Luciano Pitronello es el hijo del medio de Erika Schuffeneger y Herbert Pitronello. Romina, la mayor, tiene 26 años; Franco, el menor, 22.

De los tres hermanos, él fue el más débil física y emocionalmente, necesitaba más apoyo dice Erika, hoy.

La familia vivió la infancia de sus hijos en Calera de Tango. Recuerda Erika que su hijo era un niño travieso que jugaba a los autitos, cosechaba frutas. Una niñez feliz.Â

Se vinieron a Santiago a vivir a un departamento en Emilia Téllez, en Ñuñoa. Ahí fue que su familia de desarmó.Â

Mi ex marido tiene una empresa de arriendo de maquinaria pesada. Yo era la dueña, pero hubo un momento en que me di cuenta de que siempre había algo que comprar, algo que renovar, era una carrera sin fin. Una vez le dije a mi marido antes de separarnos, "¿por qué no nos vamos al sur? Vámonos a pasar la vejez allá". Pero él no me escuchaba. "No, hay trabajos por terminar, contratos nuevos, cosas que comprar", me decía. Yo sentía que era una vorágine que no iba a terminar nunca. Y me daba cuenta de que estaba tan comprometida con la empresa, que estaba dejando a mis hijos de lado. Siempre estaba ocupada, no tenía tiempo, con suerte iba a las reuniones del colegio. En esa época Luciano tendría 14 o 15 años.

Por esa época él se declaró anarquista en su blog. ¿Usted se dio cuenta de lo que le pasaba?

Luciano empezó a vestirse en forma diferente, se tiñó el pelo. Pensé que eran cosas típicas de la edad, mi marido optó por cortarle el pelo al cero, esa fue la solución, pero te das cuenta de que el tema no se arregla por el cascarón. Ahí dije no, no quiero seguir así, y le agarré fobia a la empresa. Al final, desarmé todo y ya explica.

Una noche ella se percató de que algo más raro que la ropa le estaba pasando a Luciano: con 15 años ya consumía drogas y alcohol. Estuvo en rehabilitación un año. Su madre dice que salió adelante y que hoy no fuma ni cigarros.Â

Estudió en buenos colegios, en el Teresiano, pero más que buenos colegios, él nos estaba pidiendo a gritos que le pusiéramos atención. Hicimos todo lo contrario...

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