Un arrollado con Begoña Uranga - 21 de Mayo de 2011 - El Mercurio - Noticias - VLEX 277100019

Un arrollado con Begoña Uranga

Gerardo, un hombre menudo, de pelo negro partido a un lado y delantal blanco, rápidamente la acomoda en una mesa en la esquina del local y le ofrece la razón por la cual sabe que cruzó la ciudad hasta la esquina de Avenida Matta con Cuevas: un arrollado -carne de chancho suavemente aliñada envuelta en su propia piel- con papas cocidas o puré picante. Pero esta vez, ella prefiere acompañarlo con ensalada de cebollas cortadas en pluma y rebanadas de palta. De inmediato Gerardo le trae la botella del vino que sabe que le gusta: un cabernet sauvignon Santa Ema reserva y lo descorcha.

-¿Y la guagua? -le pregunta ella.

-Está a punto de nacer. ¿Agua mineral?

-Sin gas.

Cristina Pérez Íñigo, gerenta Asuntos Corporativos de LAN, está sentada en una mesa en la esquina del restaurante San Remo, una mítica picada del centro de Santiago, y saborea el arrollado, lento, sin apuro, sin que Gerardo, ni los mecánicos de overol engrasado, ni los viejitos del barrio, ni los agricultores que a esta hora allí almuerzan, se enteren de que quien en realidad está allí sentada es Begoña Uranga, la comentarista gastronómica de Revista "Sábado".

Cristina Pérez Íñigo nació en Logroño, capital de La Rioja, tierra de grandes vinos y de buen comer, en el norte de España. Ciudad que recuerda por las mujeres que van a comprar al mercado cubiertas con abrigos de visón. Su juventud la vivió en Madrid y más tarde en Chile, donde se mudó junto a sus padres y sus tres hermanos cuando cursaba segundo año de periodismo. En la Universidad de Chile terminó la carrera y más tarde se casó con el destacado periodista Ascanio Cavallo, ex director del diario La Época, con quien tuvo dos hijos.Â

Fue a pedido de Cavallo, de quien hoy está separada, que nació en el suplemento de cultura de La Época la columna de Begoña Uranga. Se escudó en ese seudónimo -una mezcla entre el nombre de una prima suya de Bilbao y el apellido más común de esa ciudad- para que nadie se enterara que quien escribía era la mujer del director. Y, mientras él se desvelaba escribiendo la serie de reportajes "La historia oculta del régimen militar", Cristina visitaba restaurantes, los criticaba y complementaba las crónicas con historias de lugares, costumbres y viajes. Haciendo eso se ganó su primera querella, la primera también del diario La Época Fue por un postre, una tarte tatin, en un desaparecido restaurante de Providencia que dice tenía pelos como los de los hongos de donde sacaron la penicilina.

-Oye Gerardo, hoy está como fome de gente, ¿no? -dice ella cuando le trae la botella de vino.

-No, si todavía es temprano.

-Oye Gerardo, una consultita, ¿quién es ese señor de pelo blanco...

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