Aravena en Primera persona - 16 de Enero de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 591679710

Aravena en Primera persona

Soy el mayor de tres hermanos, uno es ingeniero forestal y la otra es periodista. En mi casa éramos todos ordenados y responsables, hijos de profesores. Mi papá era normalista, pero su pasión era el básquetbol, fue seleccionado nacional. Su tema era el deporte más que la pedagogía. Mi mamá trabajó toda su vida en el colegio Alemán, donde estudiamos mis hermanos y yo.

Nos daban harta libertad. Si me ponía un aro, no era tema. Si me cortaba el pelo como punk tampoco. Desde los 15 años que me lo corto yo, fui de intercambio a Alemania y me gustó así. Allá nada era raro.

Mi hermano es mucho más deportista y campechano que yo. Él fluía, tenía más amigos, salía más. Yo era más tímido. En el colegio Alemán tenías que estar con los músculos en tensión para que no arrasaran contigo. Era heavy lo que se vivía, era competitivo, era cruel, era un colegio fuerte. Yo me sacaba buenas notas, pero no me sentaba en la primera fila, sino en el leseo, atrás. Si te tiraban una talla, tenías que tener la otra lista para responder. Desde el punto de vista académico era súper exigente y en lo deportivo también. Yo hacía todo lo que tenía que hacer. Sobreviví. Nunca me he juntado con mis

ex compañeros, recién ahora estamos retomando la relación.

En la adolescencia me importaban más otras cosas. En esa época había pocos artículos importados, pero a mi colegio llegaban porque era gente que viajaba mucho y yo decía: "Ojalá algún día pueda tener cosas de marca". Ahora me pasa que si puedo comprar algo de marca no lo hago, porque no estoy dispuesto a pagar de más. Y me da placer no necesitar nada más.

Para mí resolver algo con muchos recursos no tiene gracia, es fácil. Cualquiera lo puede hacer. Puede ser que sea un mecanismo de defensa heredado de mi época en el colegio, donde mi vida no era igual a la del resto. Pero el tema importante es que cuando pudiste hacerlo de otra manera, no lo hiciste. Eso me hace sentir muy bien.

En mi casa había una especie de austeridad basal que te queda metida en el ADN. No nos faltaba nada, pero no nos sobraba nada tampoco. Hay cosas que aprendí en esa época y que mantengo hasta hoy. En mi casa no se pierde la comida, apago las luces que no se están usando.

Mis papás están súper orgullosos, chochos. Saben cada cosa que pasa con mi vida profesional. Lo que más les gusta es que los logros siempre son compartidos, porque es importante incluir a la familia. Si me invitan a La Moneda, voy con mis hijos Américo, Malu y Rita, y también con Gica, mi mujer. Eso es los que más me importa, en eso tengo puesto el foco, en tener una vida equilibrada. No siempre fue así".

Ser el mejor

"En 1985 entré a arquitectura en la Universidad Católica y al poco tiempo empecé a participar en el Centro de Alumnos. En la carrera éramos todos de oposición, pero nunca me interesó tanto. Yo tenía que dedicarme a estudiar, porque todos los años me tenía que ganar la beca de mejor estudiante de la generación: con eso pagaba la mitad de la mensualidad. Si no tenía esa beca era un problema, llegar a fin de mes se hacía complicado. Me gané la beca toda la carrera.

La libertad que logré en la universidad fue única. Encontré personas parecidas a mí, pero me metí a hacer esto que me apasionaba de una manera casi obsesiva. Con mis compañeros nos sacábamos la cresta, nos quedábamos a dormir en la escuela semanas completas. También los fines de semana. Ahora veo que la universidad no es así, la gente tiene su vida.

Con mis compañeros éramos muy rebeldes, muy hinchapelotas. Siempre nos oponíamos a lo que nos decían, lo hacíamos casi por deporte. En tercer año teníamos que presentar un trabajo para la...

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