'Aquí termina la ópera' - 14 de Enero de 2024 - El Mercurio - Noticias - VLEX 974840455

'Aquí termina la ópera'

Hay una frase que todo aficionado a la lírica recuerda con devoción: "Aquí termina la ópera, porque en este punto murió el maestro". Fue así como Arturo Toscanini interrumpió el tercer acto del estreno de "Turandot" en el Teatro alla Scala de Milán la noche del 25 de abril de 1926.Tales palabras memorables, durante los años siguientes adquirieron un carácter distinto y un valor trascendente, no tanto por lo que ocurrió esa noche sino por todo lo que no sucedió en los años siguientes. Para muchos, el catálogo completo de Giacomo Puccini representa la cúspide (y el final) de la historia de la ópera italiana, más de 300 años después de su nacimiento con "Dafne" (1598) de Jacopo Peri.Por cierto, es posible matizar algo esta afirmación, considerando el legado de compositores como Mascagni, Leoncavallo, Giordano, Pizzetti, Catalani, Zandonai y Cilea o, más recientemente, de Salvatore Sciarrino (con "Luci mie traditrici", de 1998), Luciano Berio (que compuso un nuevo final para "Turandot") y Azio Corghi (con su "Don Giovanni o Il dissoluto assolto"), entre otros.Puccini, cuyo éxito es irrebatible, vivió respetado por los últimos románticos y vilipendiado por quienes apostaban por la ruptura vanguardista. Esos detractores, sin embargo, se han entregado a la evidencia: es absurdo pretender ignorar a un músico que sigue repletando teatros y vendiendo discos.Los prejuicios contra Puccini tienen relación con los problemas sociales de la Italia de comienzos del siglo XX; una época durante la cual aumentaba esa forma de nacionalismo que más tarde haría desfilar a las masas ante el balcón de Mussolini.Para tal ideología, Puccini no era ni valioso ni conveniente. Se observaba como espuria su preocupación por compositores extranjeros renovadores (Debussy, Stravinsky, Richard Strauss), mientras que la tan romana Floria Tosca y las travesuras florentinas de Gianni Schicchi no eran significativas ante las francesas Manon, Mimí y Magda, la japonesa Butterfly, la gringa Minnie y la china Turandot...Ocurría, además, que a Puccini le interesaban más las mujeres y los autos que la política. Por eso se lo tildó de "decadente" y "poco varonil". Detenerse en asuntos particulares, "le piccole cose", tan mínimos como querer un gorrito rosado ("La Bohème"), y preocuparse de cómo el sexo abría heridas en la existencia ("Manon Lescaut"), era pura e inaceptable debilidad.Puccini y sus libretistas construían personajes que siempre terminaban cediendo a los placeres, al...

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