'Aquí lo relevante es averiguar cómo ha sido posible que en Chile surjan de manera tan repentina hechos tan violentos'
Llega caminando al Hotel Wellington de Madrid, a solo algunas cuadras de donde vive y tiene su oficina. El expresidente del gobierno español Felipe González Márquez, hoy de 77 años, viene solo. Al interior lo espera un efectivo de seguridad, que trata de confundirse entre los pasajeros, y su secretario y jefe de gabinete, Joaquín Tagar, quien trabaja con él desde hace muchos años y es un gran conocedor de Chile.González, un ícono de la centroizquierda española, secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y a la cabeza de España entre 1982 y 1996, no se ve tan distinto a cuando estuvo en La Moncloa, claro que tiene el pelo absolutamente blanco. De camisa y chaleco sin mangas, saluda con cordialidad y de inmediato accede, de no tan buenas ganas, a hacerse algunas fotos. Hoy está dedicado a dar conferencias, a viajar y a su fundación que, entre otras cosas, se encarga de gestionar su archivo documental para ponerlo a disposición de todos los ciudadanos.Pide un café y la conversación se inicia de inmediato. González deja claro desde el comienzo que viene de vuelta. Mira las cosas con otra perspectiva y no se limita a la hora de opinar. A pesar de lo anterior, reconoce que cada vez otorga menos entrevistas, pero que por tratarse de Chile y de los difíciles meses que ha vivido, quiere hacer algunas reflexiones que puedan servir. Se le nota muy informado. Incluso comenta acerca de los desórdenes en el partido entre Colo Colo y Universidad Católica.Más adelante abordará también la compleja coyuntura política española. Es un animal político seguramente desde antes de militar en el PSOE, por entonces clandestino -en la era de Franco-, pero aunque se maneja con gran soltura, en el transcurso de la entrevista deja ver ciertos rasgos de timidez, que de seguro le acompañaron en su juventud, pero que ya parecen superados.-¿Cómo interpreta los sucesos de estallido social y de violencia que ha vivido Chile durante los últimos meses? ¿No le parece una paradoja que un país que ha crecido tanto, que ha ido mejorando sus cifras de pobreza sustancialmente, que ha instalado un cierto modelo de desarrollo, se vea enfrentado a este tipo de situaciones?-Hay varios elementos. Desde luego, le podríamos llamar la crisis de las expectativas decrecientes o expectativas frustradas, que tiene un componente real y un componente psicológico. Hay quienes creen que todo se puede someter a una racionalidad para medir el grado de éxito o fracaso y eso no es efectivo. Hay elementos emocionales que ya bien debemos considerar en estos fenómenos. Por lo mismo, hay en lo de Chile componentes de varios tipos. La redistribución del ingreso es muy desigual, y es compatible con la eliminación de la pobreza. Uno puede ir acabando con la pobreza extrema, e incluso puede ir creando un nuevo nivel de clase media baja que escapan de la pobreza, pero a la vez vivir en un esquema en que la redistribución del ingreso es crecientemente desigual. Si a esto le unimos que existían altas expectativas respecto de los resultados de lo que se hacía, la situación se presentaba como muy compleja. En Chile hay otros problemas añadidos. Me parece que al igual como sucede en algunos países europeos, hay nuevas formas de marginalidad a las que no se les presta suficiente atención y, aun a riesgo de ser mal interpretado, en la actualidad les prestamos más atención a animales domésticos que a esas personas, hombres y mujeres, que se encuentran desprotegidas. Eso me parece que plantea un dilema ético ineludible.-Sin embargo, ¿no cree que esa explicación no alcanza...
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