Aprendiendo haitiano - 13 de Febrero de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 664897561

Aprendiendo haitiano

¿Cómo era Isaac? Me pregunto con cierta desesperación, temiendo no reconocerlo en la multitud de las seis de la tarde en el centro. Lo he visto una sola vez en el Servicio Jesuita a Migrantes, donde mi mamá hace clases de español.

Esa vez, siete haitianos y un francés de Lyon bailaban "Beat It", de Michael Jackson, mientras la profesora les obligaba a recordar como se dicen en español distintas partes del cuerpo. "Nariz", "mano", "dedos". Bailaban con timidez a las once de la mañana del 28 de diciembre. Mi mamá, que está a punto de cumplir 76 años, era la que bailaba con más entusiasmo, sonriendo como si fuera una recepción de noche. Darline, Monette, Marie Jonique, la seguían con armonía natural de sus cuerpos mulatos que, sin embargo, se resistían a lanzarse por completo en la música.

En la sala sobresalía justamente la timidez con que se miraban entre ellos los alumnos. Es difícil, me contó Paulina, la profesora. Cuando encuentran trabajo, los alumnos dejan de asistir a clase en masa. Llegan siempre otros nuevos que reemplazan a los que se van, que de tarde en tarde también vuelven a perfeccionar el español o se internan en el edificio blanco de la calle Lord Cochrane para pedir consejos, apoyo. Es un lugar donde saben que los esperan, que los necesitan, que los cuidan sin pedirles papeles ni antecedentes.

Esa sala donde no llega la luz del sol por ninguna ventana directamente, es un útero. Quizá lo pienso porque mi madre reparte ahí guías de aprendizaje con dibujos y palabras muy sencillas, una versión descolorida de las hojas en que aprendió mi hija a leer y escribir. Un útero, pienso, quizá porque mi mamá de alguna forma renació en Haití. Estuvo cerca, muy cerca de la muerte en una clínica de cirugía plástica de Puerto Príncipe, donde su marido era embajador. De esa muerte salió más fuerte aún, más fuerte de lo indestructible que ya era antes.

A Haití llegó casada con cuatro hijos y salió soltera con siete nietas. Allá repasó su infancia en Chile, un país casi tan pobre como este. En Haití intentó arreglar la escuela República de Chile que cayó en pedazos después del terremoto de 2010, donde vio debajo de montañas de muertos y heridos las ruinas de todo lo que creyó sólido. Hacer clases de español para haitianos es su forma de reconstruir esa escuela República de Chile que no aguantó el terremoto. Es también su forma de volver a Haití sin pasar por el interminable vuelo de Copa o el Lan a Miami con conexión a Puerto Príncipe. Por eso, enseñarles a los haitianos español no es para mi mamá un simple trabajo de beneficencia, sino una forma de devolverle todo lo que aprendió en esa mitad de isla, que en el mapa se estira como un dragón sediento hacia el mar Caribe.

"Es...

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