El año en que América Latina concretará los cambios
El fin del único conflicto armado del continente será una de las noticias más importantes del 2016. Si los planes de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se cumplen, el próximo 23 de marzo, a más tardar, las partes deberían firmar la paz y poner fin así al sangriento intento de la guerrilla comunista por tomarse el poder desde 1964.
Luego, los cerca de 8.000 rebeldes tienen un plazo de 60 días para iniciar el proceso de desarme, desmovilización y reinserción, que debe terminar con las FARC convertidas en un actor político, tras la aplicación de fórmulas de la llamada justicia transicional: Acá se contemplan desde penas de cárcel para quienes no revelen un crimen del cual son responsables, hasta "restricción de la libertad" en el caso de aquellos que los confiesen en forma temprana. Lo último significa que los rebeldes tendrán que reparar a sus víctimas con distintos trabajos en las zonas donde hayan cometido sus crímenes y tendrán que quedarse a vivir ahí.
Todo lo anterior será sometido a un plebiscito que tiene una sola pregunta sobre la aprobación o rechazo a los acuerdos de paz, un umbral de participación del 13% y que se votaría en junio .
Para el gobierno de Santos, los beneficios de paz son evidentes: en el posconflicto, la economía debería registrar un crecimiento adicional de entre 1,1 y 1,9% del PIB, según el Departamento Nacional de Planeación.
¿Pero qué hay de la violencia? Suponiendo que su reducción es razón suficiente para que una democracia legítima negocie el fin de una guerra con una organización armada que se financia de la droga -según EE.UU., las FARC están entre las primeras cinco bandas narcotraficantes a nivel mundial- y comete actos terroristas.
Siguiendo patrones históricos, el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos estima que el proceso de paz que adelantan el gobierno y la guerrilla ha evitado 1.500 muertes en tres años.
Lo cierto es que Colombia ya venía experimentado una baja en sus homicidios y secuestros desde hace una década, a causa del crecimiento de las fuerzas de seguridad y una exitosa ofensiva contra las FARC. Por ejemplo, en las ciudades, donde vive el 75% de los 48 millones de habitantes, no se puede esperar una caída notoria de la violencia, puesto que el radio de acción de la insurgencia es rural.
Por eso, apenas los rebeldes depongan las armas, será urgente asumir el reto de la desactivación de las economías criminales que, desde el narcotráfico hasta la minería ilegal, han financiado a guerrilleros y paramilitares por décadas, y que hoy mantienen en pie a unos 3.500 integrantes de bandas...
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