Los angeles y demonios de ramon griffero - 22 de Julio de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 688459749

Los angeles y demonios de ramon griffero

"Es una personaque tiene la frivolidad y, al mismo tiempo, la profundidad que no tiene casi ningún director en este país. Puede estar peleando y a veces ser ofensivo y discriminador, pero, al mismo tiempo, te abraza, te besa, te necesita, como ninguno otro", dice la actriz Paulina Urrutia.

"Puede ser impaciente, hiperactivo, muy rápido. Esa rapidez le juega en contra porque no tiene paciencia. Y se angustia, cae en conflicto. Yo le digo que no todos tenemos su ritmo", dice su asistente de dirección y su pareja desde hace tres décadas, Ricardo Balic.

A comienzos de los 80, en plena dictadura militar, un hombre de 33 años transformó un viejo galpón abandonado, que alguna vez había sido sede sindical de jubilados, en San Martín 841, en uno de los escasos espacios de resistencia cultural y política en Santiago. Lo llamó El Trolley. Allí, durante un quinquenio, circularon música, danza, literatura, cine, expresiones artísticas que desafiaron, en forma velada o abierta, el régimen imperante en Chile. Sobre todo, se hizo teatro. El hombre era sociólogo y licenciado en artes escénicas, y había desembarcado recién desde su exilio en Europa, donde había dirigido apenas dos obras de teatro en francés.

Se llamaba Ramón Griffero Sánchez. Era pequeño y con sentido del humor, hablaba sin recovecos, tenía la frente ancha y ojos saltones. En aquellos años creó su compañía, que la bautizó como Teatro de Fin de Siglo.

En El Trolley se escuchaban voces como las de Javiera Parra y Los Prisioneros, se veían videos de Gonzalo Justiniano y se celebraban performances de Vicente Ruiz. Había lecturas poéticas, fiestas undergroundy danzas rupturistas. Todo subía al escenario junto a las primeras obras de Griffero, que contenían una feroz crítica al gobierno de Pinochet. Con piezas como Historias de un galpón abandonado, Cinema Utoppia, 99 - La morgue, Viva la República y Santiago Bauhaus, tocó en público temas, hasta ahí, tabúes: represión, censura, detenidos-desaparecidos, sexo, drogadicción, exilio, dictadura, prostitución, homosexualidad.

"Él mismo ha contado que algunas funciones de sus obras fueron visitadas por censores de Pinochet, los cuales no hallaron nada que objetar", dice el periodista y crítico Pedro Labra.

Desde entonces, y en forma creciente, Griffero marcaría un hito. Introduciría la posmodernidad en el teatro latinoamericano con un invento: la dramaturgia del espacio, su método-propuesta con la que hizo saltar las estructuras dramáticas convencionales, para presentar en escena dos dimensiones simultáneas de la realidad. "Marcó un antes y un después en la evolución del arte escénico. Nos enfrentó a un discurso representacional que nadie antes se había atrevido a exponer", reflexiona Labra. "Sus juegos espaciales llevaron a lo que hoy es un...

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