Las amistades sencillas - 13 de Diciembre de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 655403573

Las amistades sencillas

Apenas terminé de leer el email, busqué a la aplicante en Facebook y le pedí amistad. Vi que vive en Rosario, una hermosa ciudad con río. Y pensé que la próxima vez que viajara para allá almorzaríamos en la costanera, como si fuéramos viejas amigas. No es la primera vez que tengo estos accesos de empatía. Este año me relacioné también con otra alumna de mi edad -separada con dos hijos-, cuando en una clase se refirió a su ex marido con el término "el padre". "El padre no quiere que los chicos vayan a un colegio público", dijo. Y apenas escuché la construcción "el padre" para hablar de un hombre que alguna vez fue un amor, volví a pensar que nos unían muchas cosas -o al menos un par de decepciones- y que un día tomaríamos una cerveza, como si fuéramos viejas amigas.

Me resulta fácil -y nuevo, porque antes no pasaba- armar lazos de confianza con mujeres que acabo de conocer. Supongo que el paso del tiempo hace que nuestras vidas, que tienen tanta pretensión de pieza única, terminen yendo a un cauce compartido en el que todas dialogan con naturalidad. Llegados los 40 muchas amamos, parimos, enloquecimos intentando congeniar el mundo personal con el trajín doméstico, nos separamos, nos colgamos el cartel de "sola con hijos", emprendimos nuevas relaciones que también fracasaron, nos desinflamos hasta llegar al sótano de nuestras posibilidades neuróticas, resurgimos, nos volvimos a enamorar con la cautela y el descaro de haber sufrido más de un chasco, e hicimos de la propia biografía un lugar común que espeja, con verdad y sin grandes giros autorales, las vidas de las otras.

Si "todos los hombres son iguales", como dice la frase hecha, temo que todas las mujeres, pasada la cuarentena, también lo somos. Por eso la amistad es tan sencilla.

Hace unos días escuchaba a Lica, mi suegra. Es una señora hermosa, de noventa y dos años, rodeada por una familia grande y por cada vez menos amigas. Todas sus congéneres se van muriendo. Solo le queda una de 101 con la que juega al burako en el Club Náutico. Y dos de casi ochenta con las que piensa ir a la pileta cuando llegue el verano.

-Voy a presentarte a mi...

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