Isabel Allende 'Lo de mi hijo ha sido, lejos, mi peor tragedia' - 19 de Agosto de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 524598818

Isabel Allende 'Lo de mi hijo ha sido, lejos, mi peor tragedia'

Una casa pionera en Providencia: el barrio Guardia Vieja apenas despuntaba a lo urbano a mitad del siglo XX. Una cuadra más allá, en Lyon, María Isabel Allende Bussi, la tercera hija de este matrimonio que duró, con altibajos, 33 años, y sus hermanas, Carmen Paz y Beatriz, aprendieron a andar en bicicleta. En un cobertizo del jardín, donde las niñas de vestido almidonado -Isabel llegó aquí a los nueve años- jugaban a las tacitas, hoy trabaja la bióloga y experta en biodiversidad, Marcia Tambutti Allende, hija menor de Isabel, nacida de su matrimonio con el pedagogo en física Romilio Tambutti.

Una casa pareada al estilo Castillo: con ventanales de piso a cielo, diáfana y enmaderada, con puertas de corredera, pastelones, árboles frondosos y el mismo comedor extensible que diseñó Pablo Burchard. A un costado del living, la estrecha biblioteca donde el presidente Allende recibía a dignatarios. Aún acoge la mesita de bridge que fue testigo de la infancia de las hermanas Allende: aquí hacían sus tareas, primero en La Maisonnette, después en el Dunalastair. Recintos cargados de historia personal que Isabel -una de las únicas dos sobrevivientes del núcleo original, la otra es su hermana mayor, Carmen Paz- mantiene tal cual. Como si 60 años nunca hubieran transcurrido.

Pero no. El tiempo -dolores, amores, exilio, cinco suicidios familiares en 58 años- pasó para todos. Y esta mañana, cuando en Santiago finaliza el invierno, desde el rellano de la escalera, los ojos de Isabel Allende, la primera presidenta del Senado en la historia de Chile, ex presidenta de la Cámara de Diputados, militante socialista desde 1962, gestora de la Fundación Salvador Allende y del Museo de la Solidaridad, se entristecen:

-Los dolores han sido muy grandes en esta familia y en nuestra vida. Hemos pagado costos altísimos, a veces inimaginables. Pero todos los sufrimientos se han mitigado con el afecto que hemos recibido en 41 años de parte de papas, presidentes, estadistas, académicos, dirigentes estudiantiles, intelectuales en todo el mundo. Por eso siempre vuelvo a una canción que adoro, el tango "A pesar de todo", de Susana Rinaldi. Habla de que, a pesar de todo, cada día trae una loca esperanza y una absurda alegría. Yo creo aquello. Y, por eso, soy una enamorada de la vida.

El 15 de diciembre de 2010, Gonzalo Meza Allende, analista político y consultor de 45 años, hijo mayor de Isabel, se suicidó en su departamento de Santiago, después de una larga depresión. La muerte de su primogénito, de esa manera violenta e inesperada, se convirtió en su mayor dolor. Un dolor que la sorprendió de golpe a los 65 años y que ella disimula con altura. Un hecho que, probablemente, la hizo evocar otros cuatro fines trágicos en su familia: su abuelo materno Ciro Bussi, su padre, su tía Laura Allende y su hermana Beatriz. Una tragedia personal en la cual nunca quiso ahondar. Pero esta mañana, con voz apenas audible y la mirada perdida en el jardín de sus padres, dice:

-El recuerdo de la muerte de mi hijo, para mí, es puro dolor. Uno aprende a vivir con un dolor como ese, se lleva adentro y uno aprende a seguir, pero siempre está. Lo de mi hijo ha sido, lejos, mi peor tragedia. Es una tristeza que no se va, nunca se va. Pero desde el principio asumí que si él tomó esa decisión, fue porque así lo vivió, así lo sintió, y él tiene que haber pensado en ese momento que era su mejor alternativa. Yo lo respeto. Eso me ha dado mucha tranquilidad.

-¿Cómo se logra entender algo así? ¿No se rebeló?

-Yo, con todo el dolor que sentí y aún siento, comprendo que, desde su punto de vista, fue la mejor decisión posible. Lo entiendo y lo acepto. Pero claro, es un gran sufrimiento para mí y para todos. Pero hay un respeto profundo de nuestra parte, desde el primer día respetamos su opción. Estoy convencida de que, en su momento, para él fue el mejor camino. Gonzalo vio ese camino como la mejor alternativa no solo para él, sino para la vida de todos, la del conjunto.

-¿Usted nunca se culpabilizó, nunca se enrabió?

-No. Jamás sentí culpa ni rabia, ni entonces ni ahora. Yo creo que Gonzalo veía y sentía su vida complicada, con mucha complicación. Complicaciones que obedecían a múltiples causas, probablemente por eso tomó su decisión. Al final he llegado a entender y lo tengo claro. Hoy estoy convencida de que, cuando una persona toma una opción como aquella, es porque tiene la convicción íntima, la convicción absoluta, de que es el mejor camino. Creo que eso le pasó a mi hijo Gonzalo. Y, claro, uno dice no. Uno preferiría que, con problemas o sin...

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