La alfarera va a Venecia - 10 de Mayo de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 637920477

La alfarera va a Venecia

-Cuando me preguntan qué soy, digo que soy alfarera, que soy cochayuyera. Soy alfarera en un momento, soy cochayuyera en otro momento, porque trabajo con cochayuyo, yo lo inventé.

Y sonríe levemente, con sus dientes alineados que destacan en un óvalo de piel casi transparente, tachonado de pecas imperceptibles. Lise Moller, descendiente de alemanes y madre de cuatro hijos, cruza la casa, longuilínea y estilizada, como si portara la marca de sus esculturas que -siempre- son ensamblables, porque esta ceramista de renombre no posee hornos grandes para cocer barros a gran escala. Esculturas que fueron construidas por piezas y luego ensambladas una a una. Así han nacido, desde hace treinta años, en gres natural y han desfilado por varios escenarios en el mundo. Esculturas hieráticas, totémicas.

Lise es silenciosa, habla con voz tenue. Se crió en el campo del Chile sureño, en una casona espaciosa de tres pisos de madera. Crucero se llamaba el pueblo y estaba a cinco kilómetros de Purranque. Pasó su infancia con dos hermanos, mientras desafiaba las largas lluvias de invierno. En esos días, probablemente, aprendió que el tiempo no puede apurarse. Una lección que la marcó.

En estos días, mientras todos se preparan para viajar a Venecia, dice:

-Una gran arquitecta, Cecilia Puga, me propuso hacer sus maquetas en arcilla. Es un trabajo que no es creativo mío, yo lo llevé al volumen con el barro. Muy diferente a mostrar una perfecta maqueta: aquí hay una síntesis y una cosa del material que te da otra mirada.

Otra mirada. Es, tal vez, el resumen de lo que Moller ha buscado desde que compró esta casa en Bellavista. Fue en los años 80, exactamente en 1986, dice, y recién al calcular el tiempo cae en cuenta que está cumpliendo exactamente 30 años aquí:

-!Treinta años¡ No me había dado cuenta.

Dice que Cecilia Puga, al encargarle las maquetas de su obra, le presentó referencias que le interesaron, piezas de barro precolombinas y norafricanas. Aceptó porque, de alguna manera, sintió una conexión con esas piezas. Ahora, que se acerca la inauguración de la Bienal, sus maquetas y la obra de la arquitecta van en camino a Venecia:

-Son siete maquetas de un metro veinte a un metro treinta, y constan de cuatro piezas cada una. Eso fue lo que le gustó a ella: todas mis piezas se ensamblan unas con otras. Estas maquetas son sus trabajos, proyectos de ella. Hay un hotel, una casa en la playa. Están materializados en gres natural.

Al aceptar el desafío, Lise entró a...

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