Alejandro Sieveking: 'Con el teatro me destapé' - 3 de Septiembre de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 692567501

Alejandro Sieveking: 'Con el teatro me destapé'

Sieveking se nota contento y más aliviado. El viernes 25 de agosto -cuando le anunciaron que había ganado el Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales 2017- tuvo que llevar de urgencia a su esposa, la actriz Bélgica Castro, a la Posta Central, por una trizadura de su cadera. "Afortunadamente, y quizás porque la conocían como actriz, la atendieron y la operaron muy rápido. Los funcionarios de la Posta Central han estado muy pendientes de ella", dice.

Sobre su apellido, comenta que es de origen alemán y se puede leer como una contracción de la frase: el clan del pequeño Siegfried. "Tuve un abuelo alemán, un abuelo madrileño y una abuela catalana. Soy alto, no por el lado Sieveking, sino por mi abuela catalana, que era una mujer impresionante. Vino a Chile a contraer un 'matrimonio arreglado', como se estilaba en esa época, con mi abuelo, que era dueño de una gran peluquería en Talca. A sus 18 años era más alta que mi abuelo y a este último, por pretensión, no le gustaba que los vieran juntos. Construyeron un matrimonio muy feliz: tuvieron 18 hijos, de los cuales sobrevivieron 12. !Tuve 12 tíos¡ Fue una 'familiota'", rememora el autor de "La remolienda", y añade que su papá, Enrique Sieveking, fue administrador de una empresa eléctrica. Se casó con Isidora Campano y tuvieron dos hijos. Su hermano Enrique nació en Buin y él, en Rengo.

"Mi papá, además, era muy deportista, fue presidente del Club Andino de Cautín, piloto civil y le gustaban mucho los autos. !Era Superman¡ Con mi mamá formaron un matrimonio muy activo: en el verano estábamos en la playa y en el invierno nos íbamos a la nieve. Todo era perfecto, como un cuento de hadas. Los dos eran muy lindos, pero eso -al final- les jugó en contra. Por un tema de celos se separaron, cuando yo tenía ocho años. Mi mamá tuvo que partir de cero en Talca. Un tiempo estuvimos en la casa de mis abuelos, pero después continuamos en pensiones, con cajas en vez de veladores. Dickens total", explica y continúa su relato. "Los fines de semana y durante las vacaciones con el papá, la realidad era muy distinta: íbamos a fiestas en fundos con avión. Había mucha plata. Me acuerdo que entrábamos a las librerías y nos llevábamos cerros de libros y revistas. Me leí todo lo inimaginable en historietas. Me convertí en un muchacho ratón de biblioteca y en hiperquinético y, por lo mismo, en clases era un desastre. Pasaba un pajarito y me desconcentraba. Mi hermano, a quien siempre he admirado, era...

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