'Agonía en Malasia': incertidumbre, miedo y cárcel - 6 de Diciembre de 2020 - El Mercurio - Noticias - VLEX 852713988

'Agonía en Malasia': incertidumbre, miedo y cárcel

Hasta que llegó el tan temido momento, ese que aún no podían siquiera dimensionar. Doce días después del final de Tasha, en un camión azul con rejas de metal, Felipe y Fernando fueron llevados a la prisión de Sungai Buloh. La cárcel, el fantasma de la violación, la horca, la muerte haciendo muecas.La enorme construcción estaba emplazada a treinta kilómetros de Kuala Lumpur. Sus paredes externas eran de color amarillo y naranja, con un trazado geométrico ecléctico, y rodeado de mucho pasto. Se dividía en dos sectores de tres pisos cuyo interior daba forma a bloques que se distribuían de acuerdo a la peligrosidad. Todos sus internos permanecían en prisión preventiva imputados por delitos tales como asesinato, corrupción, tráfico de drogas, porte de armas de fuego o secuestro.Estaban esposados el uno con el otro, como una oscura ironía que simbolizaba un mismo e inesperado destino...Ser un preso por primera vez en la vida es algo para lo que nadie está preparado, y menos aún en un lugar lejano, tan diferente culturalmente como Malasia, donde el tipo de criminales y la barrera lingüística exacerban el padecimiento.Nadie les había dado consejos sobre cómo conducirse en este nuevo mundo, pero sabían que no había que meterse en problemas con los demás. Y eso es lo que hicieron. Controlar la mente y el olfato, manejar la emoción, caminar a tientas, mirando sin mirar los rostros de chinos, malasios, indios, árabes, europeos y quién sabe de dónde más, con la garganta apretada y el corazón que sonaba tan fuerte que casi podía oírse.Lo primero fue buscar en el inmundo piso un lugar donde instalarse. Los espacios se distribuían en tres hileras imaginarias donde cada interno encontraba su lugar para matar el tiempo, para dormir. La fila del medio era la peor, la que por lo general usaban los novatos, la más incómoda porque, cuando otros se levantaban para ir al baño, los pasaban a llevar. Aquel se supone que sería el espacio que iban a ocupar esos primeros días Felipe y Fernando. Pero tuvieron suerte: otros reos les hicieron un lugar en una de las hileras laterales, con lo cual tuvieron la posibilidad al menos de apoyar la cabeza contra la pared. No había colchones ni mantas, era difícil cerrar los ojos y conciliar el sueño en tales condiciones, rodeados de narcotraficantes, drogadictos, violadores, muchos de ellos con años de encierro y en pésimas condiciones psicológicas. Tenían que intentar que los demás no notaran sus llantos porque las lágrimas eran...

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