Adiós a los Álvarez - 18 de Junio de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 682956925

Adiós a los Álvarez

-A mi casa llegaron doce personas, todos con casco, todos armados, todos con la cara pintada. A mí me pegaron en la cabeza y tuve que hacerme el muerto.

Sus tres hijos, de entre 12 y 19 años, así como su mujer, Rosa Urra, también estaban en casa. Fue en noviembre del año pasado. Después de un partido de "la Roja". Álvarez dice que les gritaron, los amenazaron y revolvieron toda la casa durante horas en busca de dinero. Pero él no quería entregarlo. Con esa plata, afirma, tenía que pagarle a las personas que trabajan con él, que es contratista forestal. Eran más de $12 millones.

Cuando lo cuenta, se toma las manos y comienza a sollozar. Porque al final la resistencia que opuso al asalto fue inútil. Los encapuchados se llevaron el dinero, además de su auto, sus herramientas y ropa. Hasta un kilo de pan que estaba en la mesa.

-Yo ahí ya no sé qué pensar. Estoy orgulloso de mis hijos, que aguantaron todo, porque ahora son hombres. Pero yo me siento mal por esto. No fui capaz de proteger a mi familia.

Al final, las pérdidas para él alcanzaron los $19 millones. Pero el robo, con su violencia y todo, no fue lo peor. Eso, dice, estaba por verse. Cuenta que a los pocos días llegaron dos personas a su casa, a rostro descubierto y prepotentes. "Que no diga nada, que la cosa ya pasó, que no me conviene meter ruido. Que ojalá me vaya". Eso asegura que le dijeron.

Ante esto, la fiscalía dispuso una medida de protección policial permanente para él y su familia en enero pasado. Pero eso no fue suficiente para detener la hostilidad.

-Aparecieron rayados en el mismo paradero donde mis hijos esperan la micro para ir a la escuela. Decían que nos fuéramos, que nos iban a matar.

Las visitas a su casa, con amenazas veladas o explícitas, continuaron. Aunque no tiene pruebas, asegura que los hostigamientos provienen de miembros de una comunidad mapuche vecina a su predio.

-Empezamos a ver cómo nos podíamos ir. Y ahí todos ayudamos, hasta el más chico, Diego, que es el único que aprendió...

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