Los tensos ocho meses en que el jerarca fue 'huésped' de la embajada en Moscú - 26 de Octubre de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 540606478

Los tensos ocho meses en que el jerarca fue 'huésped' de la embajada en Moscú

"Él -Erich- era un hombre discreto. Salía a caminar por el jardín y yo lo acompañaba. Creo que se aburría como ostra. Conversábamos como podíamos (por el idioma), pero nunca me hizo grandes revelaciones, ni tampoco recriminaciones contra nadie. Prefería preguntar sobre Chile que hablar de Alemania. Pensaba que si Chile no le concedía el asilo político, la Concertación se quebraba. Yo le decía que se equivocaba".

En primera persona, Fernando Belloni, privilegiado testigo, cuenta cómo se vivió, desde dentro, el más insólito de los episodios que afectó a Chile luego de la caída del Muro de Berlín: la irrupción de Erich Honecker en nuestra embajada en Moscú.

Durante casi ocho meses, entre el 11 de diciembre de 1991 y el 29 de julio de 1992, el ex líder de la Alemania Oriental, su dictador por 18 años, fue "huésped" en la sede diplomática, una condición especial que significaba "no asilado". Pero lo que realmente fue es un "invitado de piedra" que agregó una complicación enorme al ya complicado primer gobierno de la Concertación. La Moneda y la Cancillería tuvieron que hacer malabares para conciliar la profunda gratitud que muchos socialistas -parte del gobierno y ministros algunos de ellos- sentían hacia la RDA que los había acogido en el exilio con la nueva realidad internacional que dejaba al descubierto lo que en verdad habían sido los años de Honecker, la Stasi, el dominio comunista sobre la población alemana. Justo cuando Chile se reinsertaba internacionalmente con su reconquistada democracia.

Belloni era a la sazón secretario político del embajador Clodomiro Almeyda en Moscú. Su hombre de confianza, nacida veinte años antes, en la UP, cuando fue su jefe de gabinete en la Cancillería.

Berlín Oriental: "Tan triste, tan oscuro"

"Yo había estado tres veces en Alemania antes de la caída del Muro. Primero, el 71, acompañando a Almeyda como Canciller. Berlín me pareció tan triste, oscuro; daba pena y algo de miedo. Después, durante Pinochet, fui dos veces más enviado por el partido (socialista) desde Chile, porque ahí estaba la sede. Yo nunca he sido comunista, pero notaba en la gente asilada mucho agradecimiento. Vivían modestamente, pero tenían oportunidad de ir a la universidad, al colegio, tenían trabajo. Varios éramos partidarios de que el PS trasladara su dirigencia a Holanda, pero topaba con que la RDA era muy generosa con los chilenos.

Recuerdo una vez en que, desde el balcón de un hotel donde fuimos a comer, se veía Berlín Occidental...

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