La cruzada sin tregua de Carolina Goic - 21 de Octubre de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 539860310

La cruzada sin tregua de Carolina Goic

Semi recostada en su cama y pálida, la primera diputada y primera senadora en la historia de Magallanes se esforzó en sonreír mientras el pequeño notebook, instalado frente a ella, se encendía. Estaba débil, muy débil. Caminaba hacia la decena de quimioterapias, parte de su tratamiento para enfrentar un agresivo cáncer linfático, descubierto meses antes. A las doce de la noche justas, ya conectados por Skype, Carolina y Christian descorcharon el espumante frente a sus dos hijas, Catalina y Alejandra, de nueve y cinco años. Para las niñas ese día había sido un largo compás de espera en la parcela de su abuela materna, Mary, en Calera de Tango. Esperaban el Año Nuevo, pero, sobre todo, ver a sus papás. Mientras el espumante llenaba las copas y la familia se unía a la distancia, en la mente y en el corazón de Carolina Goic, iba despertando una certeza.

En la cama contigua, sin visitas, otra enferma de cáncer, de mediana edad y de origen humilde, aguardaba la muerte. Jugueteaba con el control del televisor de su habitación, contenta como niño chico por la cantidad de canales por cable que nunca había conocido antes.

-Era una mujer maravillosa y que se moría, porque ya para ella no había tratamiento posible. Estaba en etapa terminal. Una señora modesta que me dio ese día una lección de vida. Nosotros le ofrecimos champagne, y la incorporamos en la celebración con nuestras hijas porque era Año Nuevo. Ella estaba feliz de compartir, feliz de que fuera el Año Nuevo, feliz de ver !tantos canales de televisión¡ Todo lo apreciaba, y sabía que se iba a morir luego. Que ya no había esperanza. Yo esa noche entendí que esto no podía parar ahí. Que si me recuperaba, tenía que seguir luchando. No solo por mí, también por ella, esa mujer con un diagnóstico terrible que era capaz de disfrutar y agradecer hasta las mínimas cosas con alegría. Por ella y por todos los enfermos de cáncer en este país. Se convirtió en mi cruzada.

Ahora que todo pasó -aunque el alta definitiva solo vendrá en cuatro años más por el protocolo médico-, sentada en su oficina del Congreso en Santiago, la senadora DC Carolina Goic, 41, abre sus ojos claros y se esfuerza por esconder las lágrimas. En una hora y media de conversación, serán tres las veces en que esta hija de magallánicos, hablará al borde del llanto. A veces, por nostalgia; otras, por emoción. A un año y medio de haber vuelto al Parlamento -y a la vida- en Goic es patente una verdad que remarca desde el inicio: su carga emocional es intensa y todo lo siente, lo palpa y lo sufre, exacerbadamente. En eso, dice, no ha cambiado: siempre fue, en algún grado, emotiva y empática. "Pero la reconexión con mis emociones ha sido mucho más intensa. Siento que tengo los ojos mil veces más abiertos, como que veo todo a través de una lupa. También es sensorial: después de que volví a mi casa me di cuenta de que el frío de Punta Arenas en las mañanas lo siento hasta la médula, el olor de las flores, del pasto y la piel de mis niñitas son más intensos. Si alguien hace café, el aroma se me impregna. Es un...

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