Los 20 años en la moda de Jazmín Chebar
con falda escocesa y blusa con vuelos. No era algo sin importancia para esa familia bonaerense. Sus padres, León y Sussi Chebar, eran dueños de La Clocharde, una boutique que marcó época en Argentina, donde se vestía la élite social y cultural.
Hasta que un día, cuando tenía quizás unos cuatro años -no lo recuerda exactamente-, Jazmín Chebar descubrió la libertad, personificada en una prenda: una jardinera-short en dénim, decorada con aplicaciones bordadas de nubes y arco iris. La ropa perfecta para divertirse.
-Hasta hoy recuerdo cómo yo gocé poniéndomela- dice en su oficina en el barrio Palermo de Buenos Aires, en la esquina de las calles El Salvador y Armenia, donde aún guarda, en uno de sus cajones, aquella jardinera. Dice que le sirve de inspiración. Y de eso no cabe duda:
parece una versión en miniatura de su propuesta para esta primavera-verano, que esa misma noche se colgó en la tienda que está abajo, en el primer piso, y se parece también a todas las prendas que se le han visto en los 20 años que lleva haciendo moda, donde las aplicaciones y estampados de aire pop -ojos, bocas, alas, corazones- son el sello.
Su oficina, de muros blancos, da cuenta de un cuidado desorden, lo mismo que el taller de diseño que está al frente, donde trabajan unas quince mujeres ("una vez hubo un hombre", se excusa).
Ellas no solo se encargan de las siluetas y cortes de las prendas: ahí se diseñan y se mandan a hacer desde los estampados -otro sello característico de la marca Chebar, a lo que le dedican meses de trabajo- hasta las tachas y botones, lo que explica sus formas únicas y aumenta la exclusividad (y también el precio) de las prendas.
Más que fotos de desfiles o referencias, lo que se ve sobre los escritorios, asomándose por cajones semiabiertos o pegados en los muros, son retazos de telas, botones, bordados, tachas. Los colores intensos de las telas y los tejidos -ya trabajan para el próximo invierno- recuerdan que el minimalismo y el monocromo no son lo suyo.
-En los 80, durante mi adolescencia, eran furor los stickers, los angelitos, los arco iris. Después fui creciendo y llevé todo eso a mi propio estilo. Hoy este tipo de íconos están siempre, y cada persona de mi equipo los va interpretando -explica Jazmín, quien ese día lleva su melena corta tomada en una cola de caballo y está vestida entera de negro, salvo por unos atrevidos zapatos rojos.
-Me gustan estos detalles pero no porque sí; tienen que decir algo. Generan buena onda, como el...
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