12 personajes del año, bajo la pluma de 12 columnistas - 25 de Diciembre de 2022 - El Mercurio - Noticias - VLEX 916859383

12 personajes del año, bajo la pluma de 12 columnistas

Lagos, el vigíaAndré Malraux observó que De Gaulle, ya retirado, era un vigía silencioso. Ricardo Lagos también es un vigía; pero como lo probó este año no tiene nada de silencioso, incluso su silencio puede ser elocuente. Y es que a él lo obsesiona Chile, pero no el paisaje, ni sus habitantes. A él lo obsesiona el proyecto nacional, la idea de que Chile es una tarea de futuro, un quehacer común que exige el abandono de los intereses particulares.Y cuando cree que eso está en peligro o en riesgo, habla.El respeto por las reglas y la alergia al desorden están en el centro de sus preocupaciones. Dejar que las instituciones funcionen es quizá la más famosa de sus frases y en ella se resume todo un ideario acerca de lo público. Lo público para Ricardo Lagos no es un puñado de organismos o servicios, sino un ethos , un modelo de conducta que consiste en contar con reglas que delimiten el ámbito de lo que se juzga lícito acompañadas de la disposición a cumplirlas y hacerlas cumplir. Él lo cree indispensable para cualquier empresa común.Y por eso también su preocupación por preservar la idea de nación. De todas las cosas que poseía el fracasado proyecto constitucional (y al que, sin decirlo explícitamente, se opuso), no cabe duda de que la plurinacionalidad fue la que le causó mayor irritación intelectual y política. Y es que Ricardo Lagos piensa que uno de los rasgos más relevantes de Chile en el contexto de la región es el exitoso proyecto de Estado nacional que se originó en el diecinueve y se desplegó en el siglo XX. Debilitar esa construcción política y cultural -la nación chilena-, piensa él, es un error de graves proporciones. La idea de Chile que posee el expresidente es la de la historiografía más clásica, la de Encina, la de Barros Arana, la de Vicuña Mackenna. No hay en esto ingenuidad alguna, no es que él piense que en las páginas de esos autores se encuentre una descripción fiel de lo que somos. Él sabe que la nación es una construcción cultural a la que esa historiografía contribuyó eficazmente. Pero cree en las virtudes de esa construcción y por eso está empeñado en preservarla.De todos los expresidentes, no cabe duda de que es él por lejos quien posee el mayor talento político e intelectual. Él sabe mejor que ninguno que cuando se alcanza la presidencia se celebra un contrato de lealtad no con las fuerzas políticas que lo llevaron al triunfo, sino con el país, que en su caso es una idea: la idea de Chile.Y él -lo mostró este año- no está dispuesto a romper ese contrato.Macaya: Longueira recargadoJavier Macaya no es un intelectual ni un ideólogo. Esto lo sitúa muy lejos de Jaime Guzmán. Con apenas 44 años, de seguro ni siquiera lo conoció, a pesar de que se formó como abogado en la mismísima Universidad Católica.La carrera política la inició en el vivero de la UDI: la Fundación Jaime Guzmán, luego pasó a la Municipalidad de Viña del Mar bajo la alcaldesa Reginato. De ahí saltó a diputado, al Senado en 2022. Ha pasado la mitad de su vida adulta en los salones del Congreso; entre medio ha ocupado diversas posiciones en su partido. La carrera perfecta de un político profesional.Es claro, directo, breve. Para los estándares políticos se diría que peca de lacónico, pero casi siempre plantea ideas que lo sitúan fuera (o levemente fuera: no exageremos) de su tribu; o introducen, por lo menos, una ligera inflexión. Esto lo hace atractivo.Recordemos que Macaya no quería una Convención. A diferencia de Pablo Longueira estuvo por el Rechazo en el plebiscito de entrada. Presidía la UDI para el desastre de mayo (2022), cuando su sector obtuvo una representación tan misérrima en la Convención que volvió inservible el seguro de los dos tercios. Después las cosas marcharon mejor.Fue uno de los cerebros del triunfo del Rechazo el 4-S. Esto envolvió decisiones capitales: aceptar la obsolescencia de la Constitución de 1980; acordar los "compromisos de septiembre" y demandas históricas de la centroizquierda; abandonar los sagrados dos tercios para el cambio de la Constitución; y abrirse -con generosidad que resultó algo sospechosa- hacia las fuerzas de la vieja Concertación que estaban por el Rechazo. El sesenta y dos por ciento le dio la razón; por ahora.Faltaba lo más importante: Macaya no se emborrachó con el triunfo. A las pocas horas estaba en La Moneda tomando el encargo del Presidente Boric, buscando cómo seguir y concluir el proceso constitucional. Conseguirlo tomó meses de negociaciones, donde hubo que ceder y hacer oídos sordos a grupos fundamentalistas. La postura de Macaya: "Estoy dispuesto a que me digan traidor por poner la pelota en el piso en el tema constitucional". Y la puso: ahí está el Acuerdo del 12-D.Macaya recuerda a Longueira en el llamado "MOP-Gate", en época de Lagos. Como este reconoce en sus Memorias, el valiente respaldo del líder de la UDI fue crucial para superar una crisis cuyas consecuencias podían ser gravísimas.Hay una inocultable complicidad entre Macaya y Boric, forjada en sus años en el Congreso y en lo que ambos representan: el recambio generacional. Ojalá se proyecte hacia nuevos campos para dar paso a un nuevo ciclo político. Vendría bien a todos.Marcel: Entre el cielo y el sueloA comienzos de año, Mario Marcel dejaba una impecable gestión en el Banco Central, marcada por su posición sensata y firme contra los retiros de fondos de pensiones, para asumir la conducción de una cartera compleja, en un difícil contexto económico y político. Lideraría las reformas estructurales, tributaria y de pensiones, y conduciría las presionadas cuentas fiscales.Desde el día mismo que se comunicó su...

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