WIESBADEN, REGRESO A LA NOSTALGIA - 24 de Noviembre de 2019 - El Mercurio - Noticias - VLEX 827296549

WIESBADEN, REGRESO A LA NOSTALGIA

A las seis de la tarde de un día de mayo, a paso rápido, fui dejando atrás el imponente edificio gótico de la municipalidad hasta llegar a las calles medievales empedradas que conducen a la Kirchgasse, arteria vital de Wiesbaden. Lo que pasaba frente a mis ojos era una hilera interminable de cabezas rubias, ropa primaveral, sandalias robustas. Sin coquetería, pero cómodas.Una de las primeras cosas que aprendí cuando vine a vivir a esta zona del centro de Alemania -una de las más pujantes del país- hace más de 30 años, es que para un alemán la seguridad y el confort vienen antes que la estética. También la disciplina y el trabajo bien hecho.Con ojos concentrados llegué a la Kirchgasse, calle peatonal cuajada de comercio, desde floristas y librerías a negocios de comida. Buscaba las reminiscencias del Wiesbaden que conocí recién casada, una ciudad rica y bella que mantuvo sus secretos hasta el día en que, con mi familia, la dejamos por Frankfurt. Mucha agua había pasado bajo muchos puentes para que ahora, 33 años después, volviera a esta pequeña urbe alemana que conocí muy joven y donde ocurrió el acontecimiento más marcador de mi vida: el nacimiento de mi hija. Hoy, ella tiene la misma edad en que yo la tuve y vive en Chile: es psicóloga y muy activa en la industria tech .Solo al llegar ahora a Wiesbaden, me di cuenta de que entre este lugar y yo había mucho más que un recuerdo: un lazo emocional que me retrotraía a mi matrimonio, al duro aprendizaje de ser dos y no uno, y a ese noviembre nevado en que nuestra niña nació. La decisión de dejar París y partir a Alemania en los 80 había sido uno de los desafíos más grandes de mi vida. En París me hice independiente, estudié lo que quise donde yo soñaba, y me terminé de construir. París fue mi casa adoptiva y lo es hasta hoy. Me había casado en Chile con un economista irlandés y me sentí trasplantada en Wiesbaden: vivimos aquí dos años y no fue fácil. Yo no hablaba una palabra de alemán, no tenía amigos. Fueron años duros pero, mirando desde hoy, los agradezco. Con el padre de mi hija somos grandes amigos y los tres nunca hemos dejado de ser familia.Caminando por la Kirchgasse, supe que este no sería un viaje de trabajo más. En Wiesbaden estaba en territorio conocido, un territorio emocional más que geográfico. Hubiera querido envolver la ciudad completa en un pañuelo y llevársela a mi hija a Chile: estas eran sus raíces aunque, como familia, no tengamos relación con Alemania. Por eso, al cruzar una esquina donde antes había una oficina estatal y hoy hay un llamativo pub , divisé una tienda antiquísima...

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