El viudo bajo la lupa - 18 de Julio de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 578430906

El viudo bajo la lupa

Jaime Anguita está hundido en una silla, con las manos sobre los muslos, y tras hacer la pregunta mira a Susan, su hija de 12 años, que le hace cariño a un gato con sobrepeso. Y sí, es lo que se puede considerar una niña plena -toca viola, violín, piano, pinta, borda, practica nado sincronizado, es scout y tiene clases de alemán-, obviando un detalle: hace cinco años su madre, Viviana Haeger, de 42, apareció muerta en la buhardilla de su casa en el parque Stocker de Puerto Varas y aún nadie sabe con seguridad qué fue lo que le pasó.

Susan se acerca y muestra una caja para guardar cartas; es negra, salvo por un decorado en la tapa, dibujado sobre una servilleta que cuesta distinguir de la madera.

-Ella la hizo -dice.

Ella es su mamá. De ahí viene su lado artístico. Su lado intelectual, es primera del curso en el Colegio Alemán, viene de su padre, que la escucha del otro lado de un living de un dúplex ubicado en el centro de Puerto Varas. Es un salón amplio, alfombrado, con un teclado en un rincón, con las paredes llenas de dibujos, cuadros y manualidades, incluida una corona que Susan hizo para el día del padre que dice Rey Papuchi Mapi. Rey, por el rey de la casa, el significado de "papuchi" es más difuso y "mapi", un término que mezcla de papá y mamá. A la vista no hay referencias a Viviana Haeger, salvo una foto pequeña, en la esquina superior de una repisa de libros. Hay que mirar bastante para encontrarla.

-Yo soy feliz -dice Anguita-. Si me preguntan por la mejor etapa de mi vida, esta es. He vivido un dolor enorme, pero me permitió un acercamiento a mis hijas que jamás hubiese tenido, no las hubiese disfrutado así.

En el segundo piso hay dos dormitorios, uno con un par de camas que nadie usa: la hija mayor, Vivian, de 19 años, vive en Alemania, y Jaime Anguita y su hija menor, cuenta él, aún duermen en la misma cama. Ambos se cuidan, se controlan los horarios y se cuentan las historias de cada día. Esta semana, por ejemplo, Susan ha estado practicando una coreografía en el colegio.

-¿La muestro?

Escoge una canción en el televisor, una especie de rap, y comienza a moverse de un lado al otro, tratando de no perder los pasos. Jaime Anguita la mira, siguiendo descoordinadamente el ritmo con un pie y aplaudiendo casi sin hacer sonidos, con sus palmas apenas tocándose una contra la otra.

-¿Somos felices?

-Muy, muy felices.

Jaime Anguita dice recordarlo claro: con seis años se plantó frente a su papá, abogado no titulado, y le dijo: "Prefiero ser un huaso con plata, que un ilustrado pobre". No le hicieron caso: su familia dejó Cañete y se instaló en La Cruz, cerca de Quillota, para que los nueve hermanos pudiesen educarse. Él era el quinto y siguiendo a los otros, estudió ingeniería en la Universidad Federico Santa María. Terminó la carrera en un año más que el planeado y partió a Puerto Montt a hacer la práctica en la oficina regional del Ministerio de Obras Públicas. Estuvo varios años viviendo la vida de soltero, en la misma casa de Patricio Monsalve, amigo de toda la vida, hasta que un conocido de la Intendencia le presentó a la hermana de su señora. Se llamaba Viviana Haeger. "Ella tenía muchas cualidades, era femenina, amorosa. Dije: es el momento de tratar de decidir quién va a ser mi compañera. Si sigo buscando, no me voy a decidir nunca, porque todas me gustan. Hay que tomar un decisión".

Los dos eran muy distintos, pero, asumían todos, complementarios: él, hosco y parco, ella llena de vitalidad. A Anguita le costó mucho convencerla de que se casaran. "Principalmente porque tenía un dominio enorme de la mamá, tenía que andar pidiendo permiso. La amenazaba con palos, si sabía que veía un hombre", dice.

Los Haeger venían de Río Frío, en la comuna de Los Muermos. El padre, como declaró la madre tiempo después, había muerto tras volcar un tractor en estado de ebriedad a los 36 años. Viviana y Magaly, su hermana melliza, aún no cumplían un año. La madre, sin tener mayores conocimientos, se hizo cargo del campo. No se volvió a casar, ya que le parecía imprudente meter a un hombre en la casa teniendo a cinco hijas mujeres.

Viviana Haeger se casó con Jaime Anguita teniendo 25 años, diez menos que él. Era su primer hombre. La fiesta fue en un salón de eventos de Puerto Montt, repleto por lo numeroso de ambas familias.

La luna de miel fue en República Dominicana. Al poco tiempo Viviana Haeger quedó embarazada, pero perdió a su primer hijo antes del nacimiento. En 1996 tuvo a Vivian. Después un hombre, que falleció tras el parto. Alcanzó a tener nombre: José Pablo.

Tras más de una década, Anguita dejó el MOP para tomar el lugar de su amigo Monsalve como socio de la constructora Mónaco, que quebró un tiempo después. Tras eso trabajó a cargo de varias faenas, la mayoría lejos de Puerto Montt, lo que implicaba estar toda la semana fuera de la casa. "Pero Viviana me animaba", dice Anguita. "Yo trabajaba y ella disfrutaba de las cosas de la casa, eso la llenaba. Salvo pequeños inconvenientes, tengo muy bonitos recuerdos".

En 2005, Anguita ingresó con el 11 por ciento a la constructora Puerto Octay. Aún tiene esa propiedad, pero funciona solo en el papel: a los dueños les permitía acceder a mejores licitaciones del MOP tener a un ex empleado ministerial como copropietario. Al quinto año, según contaron sus jefes a la policía, incluyendo bonos, Anguita ganaba más de tres millones de pesos al mes. Estaba a cargo, además, de la supervisión de la construcción de cuatro centrales hidroeléctricas, proyectos que sumaban más de 1.700 millones de pesos. Por contrato, él se llevaba la mitad de las ganancias que dejaran las obras. Sus jefes y subalternos lo describieron, a coro, como un hombre tímido, pacífico y correcto.

Con el éxito laboral se construyeron una casa en el parque Stocker, a las afueras de Puerto Varas, camino a Ensenada. Era un escenario paradisiaco, parcelas amplias, construcciones separadas, al borde del lago Llanquihue. Viviana era vecina de su hermana Mónica. Tras trabajar largos años como contadora en la Coca Cola y en un banco, había decidido dedicarse a sus dos hijas, ambas alumnas destacadas. Tomaba clases de yoga. Hacía tejidos. Tenía tiempo para leer, para ver películas.

Cerca de la medianoche, el viento hace retumbar una construcción de madera en la zona de Puerto Chico, en Puerto Varas. Jaime Anguita recuerda todo eso y saca los cálculos de cuánto tiempo estuvo casado, en total.

-Del 92 al 2010, 18, 18 en total.

-¿Cuándo cumplían aniversario?

-¿Qué día es hoy? ¿7 de julio? Ah, para la corrida de San Fermín.!El 8¡ O sea, mañana estaríamos de aniversario.

El viento sigue pegando fuerte contra la madera.

El acta de matrimonio dice que Jaime Anguita y Vivian Haeger se casaron un 15 de julio.

29 de junio de 2010. Declaraciones policiales.

Jaime Anguita:

Desperté alrededor de las 06:30 horas, oportunidad en que mi señora se levantó para preparar el desayuno a nuestras hijas, que ingresaban al Colegio Alemán a las 07:50. Alrededor de las 07:45 abordé mi camioneta. Una vez que las niñas se bajaron, tuve el deseo de regresar a la casa. Decidí llamar a Viviana a su celular y le dije que con el apuro no había alcanzado a despedirme, pero entendió bien y me dijo que no había problemas. Me dirigí a mi trabajo en Puerto Montt. Permanecí ahí hasta las 13:00 horas.

Mónica Haeger, hermana de Viviana:

Junto a mi esposo nos levantamos temprano ya que teníamos que ir a Puerto Montt. Como a las 09:00 horas, al abrir las...

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