El último vuelo del Manu-Tara
La primera vez que Roberto Parragué vio un avión en el horizonte fue a los 8 años, en el patio de su colegio en Curicó. Después de que el aparato se perdió, los niños volvieron a jugar, pero él siguió mirando el cielo. Quizá por eso, en 1929, a los 16 años, entró a la marina para convertirse en aviador naval. Cuando era cadete, en un viaje de instrucción del buque-escuela Baquedano, llegó a Isla de Pascua. Uno de los pocos autorizados para bajar del barco era un cura que viajó para hacer una misa. Preguntó a los tripulantes quién había sido monaguillo y podía ayudarlo. Parragué mintió y levantó la mano.
A los 22 años, el marino decidió cumplir su sueño de volar. Dejó la marina y se integró a la Fuerza Aérea como subteniente. Pronto recibió el título de piloto de guerra y partió destinado a Quintero.
En enero de 1937, Roberto Parragué presentó un proyecto para volar desde Quintero a Isla de Pascua. Nunca logró la autorización para la travesía.
La única conexión entonces entre Rapa Nui y el continente eran buques que viajaban por 10 días, solo una vez al año. Nunca un avión había intentado llegar al "Ombligo del Mundo": 3.791 kilómetros era una distancia casi imposible de recorrer entonces, salvo para un avión anfibio.
Diseñados para despegar y aterrizar también sobre el agua, en 1950 llegaron desde Canadá unos aviones anfibios, llamados Catalina, a la Fuerza Aérea. Parragué -ya casado con María Opazo, con quien tuvo cinco hijos- se enamoró de uno de los aparatos, al que bautizó Manu-Tara: "pájaro de la buena suerte", en lengua rapanui. El piloto soñaba con volver a mirar de cerca los moáis de la isla.
Gonzalo, el hijo menor -mecánico de aviones, hoy de 62 años- recuerda una historia que su padre repetía. Después de recibir el rechazo de todos para su plan de volar a Rapa Nui, solo le quedaba una persona a la cual poder convencer: el Presidente Gabriel González Videla. En Los Cerrillos, luego de un viaje en El Canela -el avión presidencial, pilotado por Gustavo Leigh-, Parragué se encontró con el Mandatario y le dijo:
-Presidente, tenemos listo el Manu-Tara para volar a Isla de Pascua.
-A mí me han dicho que el Manu-Tara es un avión muy antiguo, y no está en condiciones de hacer este tipo de vuelos -respondió González Videla.
-El Canela, en el que usted vuela, es más antiguo. El teniente Leigh se lo puede verificar.
Mientras Leigh asentía, Parragué jugó una carta decisiva: le dijo al Presidente que el avión podía despegar desde La Serena, la ciudad...
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