Los tres corazones de Terry Jones - 21 de Octubre de 2010 - El Mercurio - Noticias - VLEX 224728198

Los tres corazones de Terry Jones

-¿Está Thomas?

-Sí, ¿qué quieres?

-Voy para el aeropuerto. Me devuelvo a Estados Unidos. Tengo vuelo a las 3:00 y quiero despedirme.

La mamá llamó a su hijo.

-Es tu papá. Dice que se va.

Thomas, de dieciséis, sí se acuerda de lo que escuchó:

-Las cosas no están funcionando para mí acá. No sé si estás enojado conmigo todavía, pero quiero que alguna vez vayas a verme.

Darrol, de diez, quiso ir hasta el aeropuerto y verlo entrar a Policía Internacional. "Lloré como enfermo", recuerda.

Terry Lawrence Jones había aterrizado ahí mismo en 1985. Tras una correcta carrera como jugador universitario, durante la cual, como le encantaba mencionar, había jugado incluso contra Michael Jordan, aceptó una oferta de un agente para jugar básquetbol en Sudamérica. Eligió Chile. Tenía veinticinco años y era el menor de cinco hermanos, criados por una madre soltera en Compton, uno de los barrios más peligrosos de Los Angeles. Su papá se había ido cuando él era un niño.

Terry no pasaba inadvertido con su metro 98 cuando caminaba por el centro de Curicó. En la cancha tampoco; pese a ser desordenado y poco dado al entrenamiento, era un anotador nato, un espectáculo poco usual en Chile.

Una tarde conoció a Ivonne. Le gustó, y antes del año estaban casados. Su terno era de un impecable blanco.

En octubre del 87 nació Thomas. En ese punto, Terry ya era un consumidor habitual de marihuana.

Durante sus primeros cuatro años en Chile, Terry jugó en cinco equipos. Ganaba, en promedio, 500 mil pesos al mes; no les faltaba nada, pero su matrimonio no se parecía al que Ivonne se había imaginado. Una vez, cuando llevaban sólo meses, su esposo viajó a Puerto Montt y no se reportó en tres días. Llegó al cuarto a la casa, como si nada, preguntando: "¿Hice algo malo?".

Sonaba sincero. Ivonne, con el tiempo, concluyó que Terry tenía un desapego total por todo, se entusiasmaba al principio y dejaba de importarle más adelante. Era capaz de comprarse una tele para ver una pelea de Mike Tyson y no prenderla nunca más. Tampoco llamaba a su familia en Estados Unidos, ni les escribía. Tenía un hijo allá de una relación previa, pero casi no hablaba de él. Lo emocionaban los animales, recogía gatos vagos en cada ciudad y los metía en su casa.

Viviendo en Viña la situación empeoró. En un espacioso departamento, Terry tenía una pieza que ocupaba sólo para fumar. Siguió desapareciéndose. Ivonne salía a buscarlo.

-Hola, Ivonne, no preocupa, yo estar bien, yo olvidé teléfono de casa.

Lo llevó a un psiquiatra. Ahí Terry contó un sueño recurrente: salía flotando de su cama, cruzaba el techo, atravesaba la cordillera y se alejaba de toda la gente que conocía en Chile.

El 89, Terry recibió una oferta para jugar en Santiago. Vivieron en el edificio de la federación, en calle Nataniel. Ana María Navarrete tenía veintiún años en ese entonces y alojaba ahí mismo, con la selección chilena femenina. En un almuerzo conoció a Terry...

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