La cofradía de la Tierra Plana. - Núm. 37, Marzo 2006 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56845746

La cofradía de la Tierra Plana.

AutorBarrientos Bradasic, Oscar
CargoObra de ficci

"Trashumantes personajes de las puertas, desgreñados y pálidos, con sus cabellos humosos, con su enorme saco de tristezas a la espalda, irrumpen en la vida llenos de pesar, descoloridos y friolentos como sus sueños echados a perder todos los dias".

ROLANDO CÁRDENAS.

I

La idea de la redondez de la tierra suele ser una noción tan repetitiva y persistente que el peso de su evidencia lentamente comenzó a vaciarse de significado, al menos para nosotros, los habituales del Café Caissa.

La esfera suspendida en la sinfonia planetaria, girando tras los cuerpos luminosos carece de atractivo cuando vislumbramos el plano de Euclides, como una enorme alfombra que se prolonga en una bóveda tan larga como el universo mismo.

Y es un precioso hallazgo saber que los afiebrados cosmógrafos que imaginaban la tierra como frontera de un abismo donde habitaban los monstruos de la antigüedad coincidicenen su imaginario con las gentes del vulgo, que caminaban por una tierra plana tras sus empresas triviales... todo esto, antes de Ptolomeo, la búsqueda del paraíso perdido y la vuelta experimental.

Se transita mejor por este mundo, sabiéndonos peregrinos de una carretera inconmesurable, tras las huellas y el anagrama silencioso, donde un paso llevará al siguiente, y ése a otro...

II

La Cofradía de la Tierra Plana era un grupo que se reunía los jueves en el Café Caissa, uno de los viejos locales de Puedo Peregrino. Allí se realizaban, aquel día, actividades propias de un club de ajedrez, por ello un inmenso mural en la pared, de bocetos algo rústicos, bosquejaba en todo su esplendor a ra musa protectora.

Se trataba de un grupo alegórico, o dicho de otra manera, una masonería del silencio que se dedicaba a echar por la borda, las teorías físicas más elementales y comprobar que los poderes hegemónicos-auspiciados por mentes siniestras - nos habían sometido a un embuste de naturaleza catastrófica.

Los integrantes de la Cofradía eran muy variados. Habían tipos impersonales y taciturnos, pero también ancianos jubilados, bebedores melancólicos, prostitutas retiradas, gordos tristes, lisiados, enfermos terminales, adolescentes confundidos, actores fracasados y una amplia fauna de seres con pocas razones para circular por un globo demasiado redondo como para tropezar de nuevo con sus propias y respectivas caricaturas.

Durante aquellos jueves, los integrantes de la Cofradia, explicaban en disedaciones (que no mezquinaban el elogio) todas aquellas razones por las cuales la tierra era plana y no redonda.

Plutarco no estaba invitado a esas reuniones, nada de vidas paralelas ni eternos retornos. Para ellos, el mundo era más bien como un tablero de ajedrez.

Para los cofrades, segmentos nada despreciables de la historia política y económica de la humanidad se fundamentaban en escandalosos sofismas. Alli escuché que el Mapamundi de Mercator era resultado de una matemática dudosamente exacta en desmedro del método empírico, y también oí pacientemente las acusaciones de budo libelo desmesurado, imputadas a las crónicas de Marco Polo.

Alguna vez vi a alguien referirse a Mallarmé como un ideólogo de la teoría planetaria y observé atentamente, a un profesor de aritmética enseñar una nueva lógica parecida al azar, basada en silogismos a lo cuales se les agregaba una cuarta sentencia a manera de moraleja poética.

Pero no sólo eso, la circularidad era el rostro visible del absurdo triunfalismo al calor del café aldeano y la mezquindad. Todos los miembros de la Cofradia coincidían en que la esfera vuelve sobre sí misma, reitera sus antípodas esperando una nueva vuelta de rueda para replantear un equívoco, el retorno sobre los propios pasos.

La aceptación de la tierra plana significa acatar que el fracaso es la marca de origen de la condición humana, y saber de antemano que la noche está incorporada a nuestros días, que caminamos por el horizonte infinito con el espíritu despejado de una redondez befa.

La rutina de todas las sesiones era un ceremonial emparentado con una solemnidad declamatoria. Los integrantes de la Cofradía de la Tierra Plana cerraban las puertas del café y entonaban una especie de salmo orgulloso de los equívocos:

"¡Hermanos de los tres puntos cardinales! Blandid vuestros cetros señoriales, anuncien al mundo el nuevo mensaje la mentira se funde en el dibujo de la luna.

Marchad por la tierra plana tras la noche, el hechicero y el artista encontrarán la paz, el alfil y el peón en diagonal caída, la eternidad es un cangrejo de cristal.

¡Hermanos de los tres puntos cardinales! Blandid vuestras espadas medievales, tras la tierra plana y prometida, tras el sol oculto en las estrellas"

Luego de este himno ceremonial, se daba tribuna a uno de los expositores y terminada la conferencia se entregaban a los arbitrios del ajedrez.

Yo frecuenté el Café Caissa con insistencia y Ilegué a ser un miembro pasivo en la Cofradía de la Tierra Plana. Jugué ajedrez en sus mesas y si bien, todavía no me convenzo de que la tierra es plana, hoy tengo la certeza de que tampoco es redonda.

El fundador de esta sociedad de pensadores que llegó a ostentar un número nada despreciable de socios, se llamaba Eugenio Martel.

III

No puedo decir que fui amigo de Eugenio Martel, por lo tanto no argumentaré que me duele recordarlo. Su difuso legado, eso si, adquiere un inusitado calibre para mi en una época vacua y cargada de gravedad, y a medida que el tiempo transcurre, va aportando nuevos elementos de comprensión de la realidad.

Haber compartido algunas palabras con él, fue como conocer un rio...

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