El tiempo perdido o por qué nos aburrimos - 12 de Julio de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 577742278

El tiempo perdido o por qué nos aburrimos

Hoy, dice el filósofo en su libro más reciente -"El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse"-, el presente es pobre, la duración vacía. No hay recuerdos ni esperanzas, solo hay "picos de actualidad". Una sucesión de presentes sin ton ni son. "No hay nada que rija el tiempo. La vida ya no se enmarca en una estructura ordenada ni se guía por unas coordenadas que generen una duración". "De este modo, uno mismo se convierte en algo radicalmente pasajero. La atomización de la vida conlleva una atomización de la identidad. Uno solo se tiene a sí mismo, al pequeño yo".

Somos el "último hombre" que describió Nietzsche. Un animal cansado, apático, sin compromisos, preocupado solo de su salud, que vive una vida larga, pero aburrida, que consume un "poco de veneno de vez en cuando" para tener sueños agradables, y "mucho veneno al final, para tener un morir agradable". Un hombre que, según Han, muere a destiempo, pues la muerte no se integra a la vida, no la consuma: "Es difícil morir en un mundo en el que el final y la conclusión han sido desplazados por una carrera interminable sin rumbo, una incompletitud permanente y un comienzo siempre nuevo", escribe.

El tiempo de la esperanza

En su libro, Han repasa la historia del tiempo. Habla del "mundo mítico" para referirse al tiempo cíclico, que remite hacia atrás. Allí, dice, "lo único que tiene sentido es la eterna repetición de lo mismo". El cristianismo rompe con esa figura y la convierte en una flecha arrojada hacia el fin de los tiempos. Para Agustín de Hipona, por ejemplo, el círculo es un escándalo, pues sin línea no hay esperanza. Según escribe Borges en "Historia de la eternidad", el santo rebate el eterno retorno con "furia episcopal": le parece inútil tanta vuelta y, además, ¿cómo el Logos -la vía recta- va a morir una e infinitas veces en la cruz?

Con el cristianismo, dice Han, irrumpe el mundo histórico, donde el tiempo remite hacia adelante. Aunque, aclara, esa linealidad puede ser escatológica y remitir al fin del mundo: en este caso el hombre no actúa, no es libre, es arrojado, está "sometido a Dios". O, en cambio, puede estar orientada a la irrupción de lo nuevo, ser parte de un futuro abierto, que progresa: esta es, dice Han, la concepción del tiempo que conformó la Ilustración; también histórica, pero sin Dios, o al menos con el hombre como sujeto de la historia, libre. Y si bien el tiempo se desestabiliza y acelera -pues se pierde el sostén que era Dios-, esta...

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