Roma en los Museos Vaticanos - 4 de Diciembre de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 698477369

Roma en los Museos Vaticanos

En cuanto al retrato de Roma imperial -la cumbre de mayor originalidad de este período-, por su individualismo y penetración psicológica cabe admirar seis bustos en el insustituible mármol blanco. Asombra, sin duda, el de Julio César -siglo I d. de C.-. Su cabeza enjuta, de rasgos angulosos irradia precisión carnal, más aún inteligencia y vigor anímico. Del mismo siglo, agreguemos la distinción aristocrática de la Emperatriz Livia y su bonito atuendo; como contraste, Caracalla -siglo III d. de C.- remece con la potencia autoritaria de su fisonomía adusta. Ya dentro del ámbito mitológico y dejando de lado las copias en yeso, por acertadas que parezcan algunas -Apolo Belvedere-, destaquemos la elegancia exquisita del movimiento, de la postura con que se manifiesta la desnudez lejana a erotismos de la averiada Venus en cuclillas -siglo II d. de C.-. De la misma centuria encontramos la delicadeza de factura del malicioso Pan y ninfa, del curioso Pilar tricorpóreo. En menor tamaño sobresalen las estatuillas Plutón con su perro guardián de tres cabezas, Júpiter y sobre todo el hermoso grupo Hércules y el león de Nemeo. Por su parte, al siglo siguiente pertenece el dinamismo del amplio Grupo de Mitra matando al toro. Completa el sector dedicado a los dioses un conjunto de valiosas miniaturas en bronce. Volviendo a calcos o copias concurrentes, los cinco en cemento con porciones de la monumental Columna trajana permiten observar de cerca detalles que ordinariamente se pierden, debido a la altura del monumento espléndido de Piazza Colonna.

El sector dedicado al arte funerario constituye el más rico de la presente exposición vaticana. Desde luego, cuenta con la obra más bella: el grande, el estupendo Sarcófago con el mito de Adonis y Tapa (año 220 d. de C.). Trabajo complejo, admirable, materializa lo más perfecto del relieve escultórico de Roma. Impone, pues, la armonía de sus proporciones, la delicadeza del modelado, el dinamismo refinado y la expresividad corpórea de sus múltiples personajes. En un friso volumétrico más angosto, con cabezas humanas en los dos extremos -El mito de Edipo-, halla esta obra deslumbrante su más adecuada coronación; además, culmina ambos costados el respectivo relieve de un cazador acompañado por su perro...

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