Responsabilidad y prestigio de la política - 4 de Octubre de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 583758554

Responsabilidad y prestigio de la política

Resulta peligroso confundir el justo cuestionamiento hacia actuaciones censurables con la caricaturización y el denuesto. Algo de ello ocurre cuando, a partir de hechos como las irregularidades en el financiamiento de campañas, se pretende signar de corrupción toda una actividad, o cuando un juicio -muy probablemente errado- sobre la oportunidad de un viaje da pie para la descalificación absoluta de personas y trayectorias. El desprestigio de la política y de sus instituciones debilita la democracia, y enfrentarlo es prioritario. Así, tal como corresponde demandar estándares de conducta superiores a dirigentes y representantes populares, también cabe exigir responsabilidad y no simplificaciones burdas en los juicios.

En ese sentido, la revisión de algunos episodios de esta semana ofrece ejemplos que pueden contribuir a un análisis más constructivo.

Desde luego, la interpelación a la ministra de Salud, carente de las pirotecnias de anteriores ocasiones, mostró en cambio las potencialidades de esta institución. Requerida por la Cámara, la secretaria de Estado debió entregar información relevante para el juicio ciudadano, como el monto de la deuda hospitalaria (unos US$ 350 millones) o las precisiones respecto de un plan de infraestructura hospitalaria que ha sufrido sucesivas y desconcertantes modificaciones. Se trató de una rendición de cuentas respecto de un área que aparece postergada en las prioridades gubernamentales, un ejercicio de fiscalización que permite evaluar decisiones como el discutible rechazo a las concesiones hospitalarias, o la falta de eficacia a la hora de enfrentar las listas de espera por atención médica.

El anuncio presidencial sobre el posible envío de una nueva misión de paz, ahora a África, ofrece a su vez una oportunidad para que el Senado ejerza en plenitud las atribuciones que le asigna la Constitución. La contradictoria experiencia en Haití, positiva en su inicio, pero cuya prolongación en el tiempo contradice las mismas razones que la motivaron, debiera ser objeto de discusión profunda. El sentido de contar el país con Fuerzas Armadas no es la participación en misiones de paz ni la ayuda frente a catástrofes; si bien en ambas áreas pueden prestar colaboración valiosa (y así lo hacen), su tarea es la disuasión, necesidad permanente del Estado. La decisión de tomar parte en cualquier otra actividad debe considerar su efecto sobre esa capacidad disuasiva. Corresponderá a los senadores llevar a cabo con seriedad...

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