Reflotando odiosidades Compromiso y denuncia en las cronicas de Pedro Lemebel. - Núm. 48, Marzo 2009 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 634575033

Reflotando odiosidades Compromiso y denuncia en las cronicas de Pedro Lemebel.

AutorMateo del Pino, Ángeles
CargoCreación

Pedro Lemebel: Testigo

Pedro Lemebel (Chile, 1954), escritor y artista visual, es una de las voces más originales y críticas del panorama cultural chileno de los últimos tiempos. Su trabajo creativo comienza a darse a conocer en la década del 80, destacando, especialmente, por haber fundado en 1987, junto a Francisco Casas, el Colectivo de Arte "Yeguas del Apocalipsis", por medio del cual desarrolla un extenso trabajo plástico en fotografía, video, perfomance e instalación. Una buena prueba de ello son las numerosas imágenes que, a manera de concepto visual, ilustran fotográficamente las portadas de sus libros.

Por los mismos años se inicia también en la escritura. Su producción literaria abarca varios registros, desde el cuento--Incontables (1986)[2]--a la novela--Tengo miedo torero (2001) [3]-, pasando por la crónica, aunque sin duda este último género es el que le ha resultado más productivo y la crítica ha valorado más. Su obra cronística figura recogida en los siguientes volúmenes: La esquina es mi corazón. Crónica urbana (1995), Loco afán. Crónicas de Sidario (1996), De perlas y cicatrices. Crónicas radiales (1998), Zanjón de la Aguada (2003) y Adiós Mariquita linda (2004) [4]. Sin embargo, debemos destacar que, como cronista, ha colaborado en diversos medios de comunicación, tanto en revistas como en periódicos nacionales y extranjeros. En este sentido cabe citar su participación en los diarios La Nación y The Clinic, y en las revistas Página Abierta, de la que además ha sido editor, Punto Final y Revista de Crítica Cultural de Santiago de Chile. Igualmente importante ha sido su labor en el programa de crónicas "Cancionero" en la Radio Tierra de Santiago. Ambos espacios han propiciado la circulación y difusión masiva de sus textos.

Arte y escritura no pueden entenderse, en el caso de Pedro Lemebel, si no hacemos referencia a su compromiso--social, sexual y político--por la diferencia, junto a una postura crítica que lo lleva siempre a denunciar y atentar contra el orden "establecido". De esta manera no es de extrañar sus manifestaciones públicas en diversos actos políticos de la izquierda, ni tampoco sus intervenciones en Coloquios, Conferencias y Seminarios nacionales e internacionales. Dicha actitud es la que le ha valido para ser invitado al Festival Stonewall (New York, 1994) y a la Conferencia "Crossing National and Sexual Borders, Latin America Lesbian, Gay, Bisexual and Transgender" (New York, 1996), entre otros. Así mismo, su reconocimiento viene avalado por los numerosos premios obtenidos, entre los que se debe mencionar las becas del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, Fondo Nacional de la Cultura y las Artes Chilenas--FONDART--(1994, 1996), y de la Fundación Guggenheim (1999).

Todo ello ha contribuido a que este autor ocupe por méritos propios un lugar privilegiado en el ámbito cultural de nuestros días, tal como certeramente apunta Carlos Monsiváis:

Pedro Lemebel es un fenómeno de la literatura latinoamericana de este tiempo. Uso el término fenómeno en su doble acepción: es un escritor original y un prosista notable y, para sus lectores, es un freak, alguien que llama la atención desde el aspecto y rechaza la normalización ofrecida. Un escritor y un freak, indisolublemente unidos, [de] los que están fuera, en la desolación y la energía de los que sólo se integran a su modo, en los márgenes que ya no tienen el peso arrasador de antaño [5].

El delito de olvidar: De perlas y cicatrices

La constelación del "delito" en literatura no sólo nos sirve para marcar líneas y tiempos, sino que nos lleva a leer en las ficciones la correlación tensa y contradictoria de los sujetos, las creencias, la cultura, y el estado. Y en una cantidad de tiempos, porque las creencias culturales no son sincrónicas con la división estatal, sino que arrastran estadios o temporalidades anteriores y a veces arcaicas.

Josefina Ludmer, El cuerpo del delito. Un manual (1999).

Si pudiera leerse este texto acompañado de una melodía de fondo propondríamos, para empezar, el tango "La última curda" (1956), letra de Cátulo Castillo y música de Aníbal Troilo [6]. De esta forma podría entenderse ciertamente que comenzáramos diciendo aquello de ... un poco de recuerdo y sinsabor gotea el rezongo, que Pedro Lemebel nos ofrece bajo el retazo escritural de sus crónicas. Recuerdo y sinsabor son dos palabras claves a la hora de enfrentarnos a la producción textual de este autor, pero tal vez adquieran mayor significación o un sentido más vigente si nos detenemos a analizar su obra De perlas y cicatrices (1998) [7].

Portada de De Perlas y cicatrices, Santiago de Chile, LOM Ediciones, 1998.

No resulta gratuito--nada en Pedro Lemebel lo es--que este escritor haya elegido para "enmarcar" y "subrayar" estas crónicas la imagen, tan poética como efectiva, de perlas ycicatrices. Porque si algo logra este título es el de ponernos sobre aviso o prepararnos para enfrentar una escritura que, basada en la experiencia personal, se configura en un "collar-herida" que va dando cuenta de la historia reciente de Chile. Aviso que se ve reforzado por la perfomance que nos regala Pedro Lemebel como foto de portada [8], en la que sobre un torso desnudo y rasurado se muestra una serie de maquinillas de afeitar engarzadas como adorno puesto alrededor del cuello. De esta manera lo "utilitario" y "peligroso" se ve transformado en elemento meramente decorativo. Pero, aun cuando este ornamento sea capaz de transmitir por sí solo una suerte de desconcierto, la desazón se ve incrementada por esa sola boca cerrada que corona la gargantilla y que funciona como contrapunto al decir de las maquinillas ... Pero entonces cabe esperar, como así lo hará, que Pedro Lemebel abra su boca y vaya desgranando una a una las cuentas de ese collar para arremeter, crónica en mano, contra todos aquellos que han hecho con sus "perlas" un rosario de cicatrices para otros.

Esta es la historia que nos presenta Pedro Lemebel. Una historia llena de pequeñas historietas, de recuerdos, de vivencias y anécdotas cotidianas, que se suman hasta formar un entramado más complejo, un cuerpo social que es cifra de una cultura, un tiempo, un espacio ... Tras las huellas de personajes y situaciones se va configurando un sujeto colectivo que es el Chile actual. Un Chile que aún se duele de las heridas de un pasado que no ha terminado de supurar, aun cuando ya se haya conmemorado el trigésimo aniversario del golpe de Estado contra Salvador Allende, acaecido el 11 de septiembre de 1973. Si, como decía Carlos Gardel, "veinte años no es nada", al parecer tres décadas tampoco resultan una garantía para el olvido. Porque sin duda es verdad eso de que "el tiempo pasa y nos vamos haciendo viejos"--susurra melódico Pablo Milanés-, pero no lo es menos aquello que poetizara Antonio Machado, "Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar". Pasar y quedar, que NO OLVIDAR. De este modo, estas crónicas devienen estrategia discursiva a través de la cual Pedro Lemebel fuerza a recordar y para ello hurga en esa cicatriz abierta que sigue siendo el Chile de nuestros días. Escritura que acaso cartografía algunos mapas de ese largo país con una loca geografía, tal como lo describiera Benjamín Subercaseaux [9], o parte de ese "cuerpo" o "bulto patrio", como lo denominara Gabriela Mistral [10]. Pero lo que nunca pretende es devolvernos esa otra visión idílica que convierte a Chile en "la copia feliz del Edén" [11]. Por tanto, el itinerario que marca Pedro Lemebel es más bien un recorrido por el dolor, una incursión por las lastimaduras, con el único objetivo de renovar las llagas de ese pasado-presente que abarca las tres últimas décadas, a expensas de que con ello se levanten las costras que algunos se han empeñado en ocultar. Sin duda es una forma diferente de aludir a las señas de identidad chilena; esa otra "chilenidad" que no pasa por hacer del cronista un amable "contador de patria". En este sentido, nos parece oportuno traer a colación la elocuente reflexión que, a propósito de esos "contadores", hiciera Gabriela Mistral:

Pero, ¿dónde iríamos a parar si viviésemos atollados en el plasma oleaginoso de la complacencia o si acabásemos por asfixiarnos, embetunados en la glosura pegajosa que es la autoadulación patriotera? [...] la pasión patria es una terrible presión ejercida por algunos a fin de que la calidad salte de un territorio y de una raza [12].

Lejos quedan, pues, estas crónicas de la festiva y facilona "autoadulación patriotera", porque si algo caracteriza el registro literario de Pedro Lemebel es el carácter ácido, a la vez que apasionado, de una escritura que se resiste constantemente a ese "blanqueo de Chile" que, como advierte Tomás Moulian, se materializa en la "compulsión al olvido" y el "bloqueo de la memoria". De esta manera, nuestro escritor, desoyendo esa "necesidad socialmente modelada [que] no encuentra con frecuencia las palabras" [13], elabora un discurso que, en vez de restarle sentido al pasado, indaga en él para llamar a las cosas--y a las personas--por sus propios nombres.

Por todo ello, De perlas y cicatrices se erige en la constatación de un "delito", el delito que conlleva implícito el olvido, porque será precisamente la fragilidad de la memoria la que imposibilite la integración del pasado y el presente chilenos. Éste es, pues, el instrumento crítico del que se vale Pedro Lemebel para trazar límites, para diferenciar, pero, sobre todo, para remarcar lo que la historia y la cultura chilenas han excluido. Así, parafraseando lo apuntado anteriormente por Josefina Ludmer, estas crónicas se convierten en un "cuerpo del delito", huellas de un pasado a través de las cuales podemos "leer" la correlación tensa y contradictoria de sujetos, creencias, cultura y estado [14]. La suma de todas estas relaciones deviene identidad, claro exponente de que lo que queda es parte de lo que ha sobrevivido, pero también de lo que ha quedado relegado al olvido. No resulta extraño, por tanto...

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