La receta más exitosa de la familia Sacco - 27 de Diciembre de 2013 - El Mercurio - Noticias - VLEX 483142486

La receta más exitosa de la familia Sacco

Ambos, padres de tres hijas: Sabina (39), abogada, exitosa, actualmente viviendo en Suiza y trabajando en arbitraje internacional; Michèle (38), conversadora, de uñas pintadas y hombro coqueto al aire, la voz y motor que hacen que el Divertimento sea visitado por críticos, la que saluda y conversa con los ejecutivos de televisión o políticos que llegan todos los días a almorzar a las mesas del restaurante; y Flaminia (36), la menor, seria, polera y zapatillas, ceja siempre levantada, don de mando, cocinera con estudios en Suiza y la encargada hoy de crear las cartas del lugar no solo con la tradición italiana de la familia, sino que dentro del rescate de sabores chilenos -como el cochayuyo, como el arrollado huaso-, pero de manera creativa, sabrosa y simple, sin aspavientos ni deconstrucciones.

La familia Sacco parte en 1940, cuando el patriarca, Bruno, nace en Santiago. Hijo de dos inmigrantes italianos, 14 años después, quedó huérfano. Hoy, a los 73 años, tiene una tribu con la que almuerza en el Divertimento, sagradamente, todos los días.

NACE UN RESTAURANTE. La infancia de Bruno Sacco fue una de sabores que lo enamoraron de la cocina. Aunque su padre, Luigi Sacco, tenía una fábrica de alambres, lo que le apasionaba era la comida, y arrastraba a su hijo por todo Santiago buscando los sabores que codiciaban inmigrantes como él. Los domingos eran de ir a visitar a la madre al cementerio y luego pasar al Mercado Central. Un par de veces al año iban hasta Peñaflor, donde amigos italianos hacían salamini cacciatore o prosciutto o panceta arrotolata artesanal. Cada dos meses iban a Valparaíso, a recibir barcos con noticias de Europa y con una tripulación a la que le compraban tesoros: parmesano, gorgonzola, aceite de oliva. Había también otro italiano en San Miguel al que le llevaban botellas para llenar con su moscato hecho en casa.

Eso hasta los 11 años, cuando Bruno, quien no se llevaba muy bien con la nueva mujer de su padre, fue enviado de interno al Patrocinio San José. A los 14 Luigi murió, y Bruno, cuando tenía salidas del colegio, vivía con un hermano de su padre que también se había instalado en Chile.

-Yo tenía una sensación de no pertenencia. Primero, porque la sociedad chilena es muy cerrada, es difícil que te acepten -recuerda hoy Bruno Sacco, sentado tomando un café en su restaurante-. Te empiezan a aceptar en la tercera generación ya, cuando los hijos van al mismo colegio y se conocen y qué sé yo, pero antes no. Por el otro...

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