El pueblo que se convirtió en hotel - 10 de Agosto de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 523442170

El pueblo que se convirtió en hotel

Este concierto en la Iglesia de la Anunciación es parte de una serie de eventos que se realiza para los huéspedes del Castillo de Postignano, una aldea en Umbria, cuyo origen se remonta hace más de mil años y que desde 2013 funciona como hotel.

Eso que lee: todo el poblado es un hotel.

El viaje en auto desde Roma había durado aproximadamente dos horas, y pocos kilómetros después de haber dejado la autopista que desde la capital italiana lleva al norte del país, empezamos a subir por una sinuosa carretera de la región de Umbria, donde la vista se perdía en las mórbidas colinas, hasta que después de una curva bastante pronunciada como por arte de magia apareció el Castillo de Postignano, el pueblito encaramado en una roca que no se alcanzaba a ver desde el camino mismo (en esta región, a toda aldea que tiene una torre vigía se le denomina "castillo").

A la llegada a Postignano había que dejar el auto en un estacionamiento justo en la explanada ubicada en la base del pueblito, y luego debíamos remontar una escala que se veía larga y empinada. Nos encaminábamos hacia allá cuando el arquitecto y experto en desarrollo social Matteo Scaramella, gerente general de Mirto S.r.l., sociedad propietaria del pueblo, nos dio una primera grata sorpresa: ahí mismo, cerca de las escalas, muy bien disimulado y empotrado en la roca, había un ascensor para diez personas con sus respectivas maletas, que nos dejaría a la entrada de La Casa Rosa, el único restaurante del lugar y que al mismo tiempo funciona como recepción del pueblo/hotel.

Más tarde, luego del café y las presentaciones de rigor, y como todavía faltaba tiempo para el almuerzo, nos dedicamos a recorrer Postignano guiados por Matteo Scaramella y su colega, Gennaro Matacena, que no son sólo los dueños del pueblo sino también los artífices de su renacimiento.

"En realidad fue amor a primera vista", dice Matacena, arquitecto napolitano y especialista en restauración de monumentos antiguos. "Esta zona siempre me ha gustado y un día, en 1994, pasando por aquí, al dar la vuelta de repente Postignano se me apareció. Me enamoré. Como no soy celoso, se lo presenté a Matteo, que se enamoró también", agrega y ríe.

Matacena y Scaramella, evidentemente orgullosos de su proyecto, se toman tiempo para guiar a los huéspedes. El primer lugar al que nos conducen es al Museo, que en el pasado fue una bodega de abarrotes y que ahora, transformado en galería, recoge la memoria histórica del pueblo: una serie de...

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