Prioridades para el diseño de políticas públicas - Núm. 173, Mayo 2018 - Serie Informe Social - Libros y Revistas - VLEX 716799713

Prioridades para el diseño de políticas públicas

AutorSergio Urzúa S.
CargoProfesor asociado de la Universidad de Maryland e investigador asociado NBER y Clapes-UC.
Páginas17-22
Libertad y Desarrollo
17
Es posible modicar la distribución de ingresos a
través de un cambio en el sistema tributario? Sí, en
el corto plazo, pero no necesariamente en el largo
plazo, sobre todo si los cambios afectan el creci-
miento del país. ¿Es posible reducir las disparidades en los
ingresos del trabajo a través, por ejemplo, de aumentos en
el salario mínimo y una legislación laboral más rígida? Nue-
vamente sí, con algo de suerte en el corto plazo, sobre todo
si las condiciones económicas permiten evitar los efectos
colaterales, pero difícilmente en el largo plazo. ¿Es posible
reducir la desigualdad a partir de las transferencias del Es-
tado? Sí, pero para eso es necesario contar con recursos
permanentes, siendo fundamental entonces el crecimiento
económico. Adicionalmente, tales políticas del Estado no
deben desincentivar el empleo, pues de hacerlo pueden ser
incluso contraproducentes en el largo plazo.
Todas estas estrategias, muy populares en la región, no
atacan los orígenes de la desigualdad. No se ocupan de
las causas, sino que operan minimizando las manifesta-
ciones. Por eso, no son las respuestas más efectivas para
reducir permanentemente las disparidades de ingreso.
La evaluación es distinta cuando se considera la apuesta
por reducir la desigualdad a partir de la inversión en ca-
pital humano. Dicha estrategia sí debiese ser exitosa en
el largo plazo. Sin embargo, en este caso los resultados
son lentos y requieren de prestar una particular atención a
una dimensión difícil de asegurar, como es la calidad. Por
eso, no sorprende que los mayores avances en el ámbito
educacional en Chile y en toda la región hayan apuntado a
aumentos en cobertura. Lamentablemente, existen buenas
razones económicas para sospechar que mayor cobertura
y más calidad no vienen casi nunca de la mano. Así, no es
obvio que tales esfuerzos vayan necesariamente a reducir
la desigualdad en el largo plazo.
Lo anterior hace necesario anticipar los desafíos e identi-
car las directrices de lo que debería ser la discusión de
fondo para avanzar en una mejor distribución de ingresos
en Chile. Naturalmente, esto implica analizar críticamente
el sistema educacional. Pero antes de discutir el futuro, es
¿
4. PRIORIDADES PARA EL DISEÑO
DE POLÍTICAS PÚBLICAS
necesario hacer un comentario que fustiga la visión que ha
dominado el pasado. Es necesario convenir que no toda
desigualdad es negativa o injusta. La naturaleza humana
es diversa, por lo que apostar por la erradicación total de la
desigualdad es insensato. Aún más, ciertos grados de des-
igualdad son necesarios para alinear incentivos y promo-
ver la competencia, fundamentos tras el progreso econó-
mico y social. Por lo tanto, políticas públicas que apunten
a reducir las diferencias de ingresos en la población deben
eliminar aquellas trabas institucionales que impiden a un
individuo progresar a partir de su esfuerzo. La cuna no pue-
de determinar el futuro. Esa es la clave para romper con
la injusta transmisión intergeneracional de la desigualdad.
Los esfuerzos deben estar puestos más en atacar las cau-
sas, sin desatender los efectos. Solo el reconocimiento de
esta realidad acercará a Chile a políticas ecaces en contra
de la desigualdad injusta. Volvamos a los desafíos.
4.1 Desafío 1: Factores estructurales explican
parte de la desigualdad
Distintos elementos sugieren que los altos niveles de des-
igualdad de ingresos en Chile, y también en América Latina,
se explican por lo menos en parte por factores estructura-
les, muchos generados incluso por los mismos avances de
la región.
Consideremos, por ejemplo, los avances en materia de co-
bertura educacional del siglo XX. Producto de estos, Amé-
rica Latina cuenta con una población económicamente ac-
tiva con gran heterogeneidad en cuanto al capital humano.
Así lo evidencia la Figura 10 que muestra, para distintos
países y en base a encuestas de hogares recientes, el por-
centaje de la población con al menos 12 años de escolari-
dad (es decir, educación media completa) para dos grupos
etarios: entre 25 y 34 años, y entre 55 y 65 años.
En Chile, mientras el grupo de individuos con edades entre
los 25-34 años alcanza una tasa de graduación de la edu-
cación media similar al promedio de la OCDE (en torno al
80%), menos de cuatro de cada 10 chilenos alcanzan tal

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