La odisea del último pescador de Valparaíso - 30 de Enero de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 592629270

La odisea del último pescador de Valparaíso

Al pasar junto a la fila de los estacionamientos subterráneos, un hombre le grita:

-!Buena, Gaviotón¡

Entonces Ulloa, de 57 años, relata una historia que tiene, se da cuenta él, la particularidad de dejarlo, al mismo tiempo, como un ilustrado y un bárbaro. En los 70, sus primeros años como pescador, comenzó a darse cuenta de que varias de las aves que veía tenían un dispositivo de metal en una de las patas. Curioso, llevó varios de esos anillos a la Universidad de Valparaíso, donde le explicaron lo que era: artefactos instalados por científicos australianos para corroborar las rutas migratorias de esas gaviotas de gran tamaño. Ulloa acarreó anillos hacia la universidad un buen tiempo. Meses después le llegó un diploma desde Australia, agradeciéndole su cooperación para entender el comportamiento de las aves y protegerlas. La pregunta quedó en el aire: ¿cómo conseguía los anillos?

-Me comía los pájaros poh. Los fileteaba, hacía sofritos con cebollitas, ricos. Nunca le dije a la universidad. La receta se la había escuchado a unos balleneros rusos, pero acá no era muy común. Y me quedó el sobrenombre: Gaviotón -dice, mientras responde el saludo:

-Como las hue... estoy.

Ya más cerca de la costa, Ulloa mira la entrada al puerto de Valparaíso.

-Me piden que avise por mail, con anticipación, para recién ver si me dejan pasar. !Por mail¡ Si tengo octavo básico apenas, no cacho eso.

Enfila por la calle Errázuriz, pasa por el frontis del hotel Ibis, una mole de seis pisos.

-No la veo hace tiempo.

Unos 500 metros después del hotel, Ulloa salta una barrera y cruza la línea del tren, por donde segundos antes pasó un carro del metro.

-Vengo a veces y tras verla ahí, encerrada, pienso en tirarme al metro, me da mucha pena.

Ulloa llega a la reja del perímetro del puerto. Un vagabundo duerme en una pequeña choza. El pescador dice:

-Ahí está. Me la tienen toda desarmada.

Unos guardias ya se acercan. El vagabundo se despierta.

-Mi barco.

En la proa se lee, entre el óxido: La Recicladora.

La caleta

La presencia de pescadores en el centro de Valparaíso es tan antigua como la ciudad misma. El último enclave era la caleta Sudamericana, ubicada a la altura de la calle Melgarejo, en medio del puerto. Esa anomalía -artesanales en medio de las descargas- data de 1974, cuando los marinos sacaron a los pescadores del antiguo molo de abrigo y los reubicaron ahí. Ulloa estaba esa tarde: "No es que nos pidieran: con pistolas nos dijeron que nos íbamos o nos íbamos. Y nos fuimos".

Ulloa venía de una familia con tradición pesquera. Su papá y abuelo habían trabajado en la caleta El Membrillo, previo al molo. Recuerda el día en que decidió dejar el liceo y sumarse al mar. "Una mañana vi llegar a mi abuelo con una albacora más grande que el bote, como de cinco metros de largo. Como héroe lo recibieron. Y era plata más fácil; ahí al lado de Valparaíso sacábamos cerros de merluzas".

Dos hermanos más de Ulloa siguieron el mismo camino, pero con distinta suerte: en 1980, Patricio, el mayor, se internó en alta mar para cazar tiburones, pero su embarcación tuvo un accidente: toda la tripulación desapareció, presumiblemente devorada por los animales.

La tragedia familiar continuó, años después, con el hundimiento de la Tatiana, el bote familiar, ya en la Sudamericana. "No había plata para arreglarla. Se nos fue a pique. Y la de otro tío también", dice Héctor Ulloa, el hermano menor. Para Manuel Ulloa se transformó en una obsesión antes de retirarse: volver a ser dueño de un barco, restaurar el patrimonio familiar. Una ventaja evidente es la económica: mientras el patrón se lleva la mitad de las ganancias de la pesca, un tripulante consigue el 10 por ciento. La otra viene con la edad. "Cuando uno se hace viejo, se cansa de andar a las paradas de los otros. En tu barco, tú decís: vamos a pescar pa' allá y vamos pa' allá nomás".

Ulloa estuvo más de 30 años como tripulante en la caleta Sudamericana.

En 1998, el Estado anunció la licitación de los puertos.

En 2002, el puerto cerró la caleta Sudamericana para el público general, dejando a los pescadores sin poder vender directamente su producto.

En abril de 2013, la empresa española OHL ganó la licitación del terminal T2, una ampliación del puerto que transformará todo el borde costero del centro de la ciudad en lugar de carga y descarga, incluida la caleta Sudamericana.

Desde años antes, la Empresa Portuaria Valparaíso (EPV) trabajaba acuerdos indemnizatorios para los 500 pescadores de la caleta, en un proceso tan lento como desigual, que incluyó desde trabajadores analfabetos que firmaron su salida por un millón de pesos, hasta líderes sindicales que superaron cincuenta veces esa cifra, con bonos aparte por sumar más afiliados.

Para el 5 agosto de 2013, cierre de la caleta Sudamericana, a días de que llegaran los contratistas españoles, quedaban dos sindicatos enteros sin arreglar con la empresa estatal. Sin lugar donde pescar, fueron...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR