Los niños solo quieren trabajar - 3 de Enero de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 551261346

Los niños solo quieren trabajar

Alex Peñaranda, de 14 años, estira los brazos y se queda afuera. Es de Sucre, hace dos meses entró al mundo sindical y este es su primer viaje fuera de su ciudad. Tiene la cara sucia, la nariz mal sonada y el bigote característico de quien aún no se afeita por primera vez. Dos niñas vendedoras de semilla ambulantes, de 8 y 9 años, lo miran y se sientan al lado. Tampoco quieren entrar. Alex dice:

-Yo trabajo desde los 6, lo que pasa es que le daba muchos problemas a mi papá y a él lo había abandonado mi mamá, que se fue a otra ciudad. Como digo, le daba muchos problemas: me salía a la calle y me botaron al campo.

-¿Botar al campo?

-Al campo, me fueron a tirar, para que estuviera allá. Pero yo me volví a Sucre, por mí mismo, ¿ve? Me puse a cargar pollos, cobraba 2,50 bolivianos la metida de cuatro, cinco o 20 pollos, lo que pidan los señores.

2,50 bolivianos son 200 pesos chilenos.

-Después, como a los 10, pues, pensé si podía ganar un poco más y trabajé en una flota de buses que iba de una ciudad a otra, ¿ve usted? A Santa Cruz, a otras ciudades. Ahí ganaba como 400 bolivianos al mes, pero a veces se atrasaban mucho en pagar, un mes, dos meses, y yo estaba arrendando un cuartito, porque mi papá encontraba que daba muchos problemas y mi madrastra no me quería. Además, pasaba mucho sueño, casi no dormía, así volví a los pollos, ¿no ve?

Según los últimos datos oficiales, de 2008, en Bolivia hay 848 mil menores de edad trabajando, 471 mil de ellos bajo los 14 años. Es uno de los problemas sociales estructurales más graves del país. En La Paz es común ver niños vendiendo, limpiando, lustrando. Son parte fundamental de la economía; hacen los ladrillos de las casas, pelan los pollos que sirven los restoranes, cargan las verduras de la feria, cosechan la caña de azúcar. En la zona rural, el 65 por ciento de los niños trabaja. Según la misma encuesta, el 47 por ciento de los padres espera que sus hijos lo haga y el 52 por ciento cree que trabajar desde pequeños no tiene consecuencias para ellos.

El gobierno de Evo Morales, al poco de asumir, quiso intervenir el asunto. Mabel Durán fue la encargada de un plan de erradicación del trabajo infantil del Ministerio del Trabajo.

-Había cierta idea de que era el camino a seguir, que los niños no debían trabajar -dice ella en una oficina de La Paz-. Pero hay mucha resistencia cultural, en el mismo Estado; se ve el trabajo rural como una suerte de aprendizaje, de rito familiar, pero no hay nada humano ahí; en la recolección de caña de azúcar, por ejemplo, los pequeños viven apilados, descalzos, les pagan menos del mínimo. Muchas veces, sus propias familias los explotan. Bolivia había firmado convenios internacionales.

La Organización Internacional del Trabajo establece los 15 años como edad mínima para trabajar, con excepciones en países aún no desarrollados, como Bolivia, con 14 como límite. La idea, con los buenos números macro de la economía de Morales, era adecuarse al resto, crear un nuevo código legal de niño y adolescente en ese sentido.

-Pero el programa de erradicación, en la práctica, tenía un funcionario: yo. Después pasó lo que pasó -dice Durán.

Los NAT son asociaciones sindicales de niños y adolescentes trabajadores que hasta 2013 eran actores pasivos en las discusiones laborales. Invitados al debate por el nuevo código, reaccionaron indignados. John Kevin Yuca tiene hoy 18 años, pero era dirigente nacional cuando eso pasó. Trabaja desde los 8 años, primero como vendedor de helados en la calle, después como albañil en las minas de estaño de Oruro. Dice que le quedó marcado algo que le dijo su mamá desde niño antes de irse a trabajar:

-Me decía: si un jefe te quiere pegar, déjate, así funciona. Y me pegaron algunas veces por no poder cargar cosas con mi cuerpo de niño. Si todos los adultos de la mina tenían que llegar a trabajar a las siete, a mí me hacían llegar a las seis y media y me pagaban menos. Nos hemos cansado de todo eso. Y que el gobierno -por seguir convenios extranjeros, que nos imponen una idea externa de felicidad, de lo que tenemos que hacer- nos mantuviera invisibilizados, no correspondía. Así comenzamos a movilizarnos.

En diciembre de 2013, encabezados por John, un centenar de niños trató de llegar al palacio de gobierno para tener audiencia con el Presidente Morales. Fueron reprimidos por la policía. La imagen chocó a nivel ciudadano: eran niños pidiendo trabajar más regulados. Los dirigentes amenazaron con crucificarse en la plaza Murillo y endurecieron su postura: exigían no solo mantener la edad mínima para trabajar, sino que rebajarla. Se hicieron una voz relevante. "La oposición y algunas ONG vieron el potencial que teníamos e intentaron sumarnos como voz para desestabilizar al Presidente, pero no nos prestamos: nuestra intención era que nos respetaran el derecho a trabajar", dice John.

Jorge Domic, psicólogo e intelectual boliviano, especie de gurú del movimiento, miraba maravillado. "Vivimos mucho tiempo confrontados por dos ideas respecto del trabajo infantil desde el extranjero: el tono escandaloso y el tono compasivo. Cuando el tema de fondo es la dignidad de trabajar. Fue el primer paso a la resignificación de ser niño. Aun así, el progresismo clásico seguía escandalizado. Y ahí está la importancia del Presidente: puede pronunciarse sobre una problemática social no como turista, sino como alguien que la padeció".

El 8 de enero de 2014, Evo Morales recibió a los niños sindicalistas, hecho inédito en Bolivia.

-Ahí, ahí mismo -dice Eddy Dávalos...

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