Los náufragos chilenos del Costa Concordia - 7 de Marzo de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 559994662

Los náufragos chilenos del Costa Concordia

"Le pusimos así al restaurante en señal de agradecimiento a la gente de Giglio. Mucha gente que viene nos pregunta cómo sucedió todo. Hasta hoy se me pone la piel de gallina", dice Ronald Dodds (45), quien junto a su mujer Vivian Parra (48) y a Vicente (17), hijo del matrimonio, inauguró el restaurante apenas un año después del accidente con la indemnización que Costa Cruceros, la naviera del Costa Concordia, les entregó a los afectados que aceptaron el acuerdo para no llegar a juicio.

"Todavía se me quiebra la voz al recordar el miedo que vi en los ojos de mi hijo, el terror que tenía al preguntarme: '¿Qué pasa, papá? ¿Por qué el barco se inclina? ¿Por qué se apagan las luces?'... Yo no le podía decir nada", relata.

"Después del hundimiento regresamos a España con un sentimiento de euforia, porque estábamos vivos, después vino un estado depresivo y pensé que una manera de cerrar la página era volver", cuenta Vivian. Ronald complementa: "Una noche estaba viendo un documental junto a Vicente sobre el caso, y en ese momento él me dijo que jamás había botado una lágrima por lo sucedido". Entonces, los Dodds decidieron viajar nuevamente a la isla del Giglio para concluir el capítulo.

"Necesitaba volver, tenía que desahogarme", dice hoy Vicente.

Patricio Dodds (70), padre de Ronald, fue el cuarto integrante de la familia a bordo del Costa Concordia. Vive en Puerto Montt y desde el accidente que no ha vuelto a visitar a sus parientes en España. Dice que los recuerdos aún son muy nítidos, que durante el naufragio sufrió con el frío, que apenas podía respirar, que no lograba caminar y que tenía la certeza de que tampoco iba a ser capaz de nadar para salvarse. Pero el retorno que hizo después, desde Roma a Puerto Montt, fue peor: "Me vino todo el bajón de la historia. Ya había pasado una semana, estaba con los nervios de punta. Tomé sesiones con un psicólogo, porque tenía mucha pena y necesitaba estabilizarme", cuenta.

Siguiendo a su mujer

Hace 30 años que Patricio Muñoz (65), nacido en Santiago, vive en Buenos Aires, donde trabaja como agente de seguros. Recuerda que a bordo del Costa Concordia, que había zarpado desde Barcelona, el servicio era excelente: "Los restaurantes y los bares funcionaban las 24 horas, la pasé tan bien que me hice nuevas amigas". Sin embargo, nunca había vivido algo similar al desastre que ocurrió al quinto día de navegación. Aun así, dice que ha vuelto a tomar cruceros. De hecho, acaba de regresar de uno perteneciente a la misma naviera, el Costa Pacífica. Su plan, cuenta, es recorrer el Atlántico la mayor cantidad de veces que pueda para estar más cerca de Satenig Agopian, su mujer, de nacionalidad austriaca, fallecida hace 11 años y cuyas cenizas fueron lanzadas al mar: "He viajado en cruceros más de 30 veces desde que enviudé. Navegar es como un reencuentro con ella, por eso tal vez no le temo a los barcos".

Apenas seis...

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