Naturaleza y sociedad - Derecho, sociedad y normas de conducta - Introducción al Derecho - Libros y Revistas - VLEX 324896823

Naturaleza y sociedad

AutorAgustín Squella Narducci
Cargo del AutorProfesor de Introducción al Derecho y de Filosofía del Derecho, Universidad de Valparaíso
Páginas31-77
31
1. LA NATURALEZA Y LA SOCIEDAD
El hombre en la naturaleza y en la sociedad. Leyes de la naturale-
za y normas de conducta. Principio de causalidad y principio de
imputación. Ciencias naturales y ciencias normativas. Los aportes
de Popper y Kelsen. Physis y nomos.
El hombre en la naturaleza y en la sociedad. Tanto la naturaleza
como la sociedad constituyen algo así como el medio ambiente
inevitable del hombre, aunque se trata de dos ámbitos diferentes,
lo cual quiere decir que el hombre tiene, por un lado, un medio
natural y, por el otro, un medio social.
Vivimos en medio de la naturaleza, como es obvio, o sea, na-
cemos, nos desarrollamos y morimos instalados en medio de un
cierto orden y disposición de las cosas y fenómenos que componen
lo que llamamos universo y en cuyo origen no ha cabido al hom-
bre ningún tipo de intervención. No sabemos a ciencia cierta si
eso que llamamos “universo” fue producto de un acto deliberado
de creación por parte de un ser superior o el resultado de una
explosión casual que expelió grandes cantidades de energía que
formaron luego las galaxias, los planetas y las condiciones para el
surgimiento de la vida al menos en uno de esos planetas. Pero lo
cierto es que el hombre estuvo ausente de tales acciones y nada
tuvo que ver ni con el diseño ni con la formación de lo que en
general llamamos “naturaleza”: un todo autónomo, dotado de sus
propias leyes, que el hombre se limita meramente a descubrir, a
PRIMER A PARTE
NATURALEZA Y SOCIEDAD
INTRODUCC IÓN AL DERECHO
32
enunciar, a explicar de un modo racional y, eventualmente, a apro-
vechar en su propio favor. Respecto de la formación del universo,
el astrofísico belga Georges-Henri Lemaitre supuso en 1927 que
el universo se halla en expansión a partir de la explosión de un
así llamado “huevo cósmico”, es decir, de una pequeña cantidad
de materia extraordinariamente densa. En 1948, el físico norte-
americano George Gamow llamó a esa explosión “big-bang”. Esta
teoría acerca del origen del universo en una explosión originaria
–luego de la cual sobrevino la formación de nuestro planeta y de las
condiciones en él para el nacimiento de la vida y de la vida animal
y humana en particular– es por ahora la más aceptada. Por otra
parte fue Stanley Miller, profesor de la Universidad de California,
muerto en 2007, quien aseguró en 1953 que la combinación de
hidrógeno, agua, metano y amoníaco en la atmósfera primitiva
hizo posible la vida en la Tierra. Es por eso que a la mencionada
combinación suele llamársela “la sopa de la vida”.
Ninguna teoría científica acerca del origen del universo exclu-
ye la existencia de un probable Dios creador. Otra cosa es que a
muchos no les resulte posible creer en una divinidad de ese tipo.
Por otra parte, y a raíz del ambicioso y fascinante proyecto que
busca recrear las condiciones en que habría tenido lugar la explo-
sión originaria que dio origen al universo –el llamado big-bang–,
recordaremos el episodio que el físico Stephen Hawking vivió en
el Vaticano, el año 1981, y que relata en su libro La teoría del todo.
El origen y el destino del universo. Con una aclaración, sin embargo,
a saber, que una teoría científica como la del big-bang pone al
creacionismo contra las cuerdas, pero no lo noquea, puesto que
el ser superior al que algunos atribuyen el origen del universo
bien pudo crearlo valiéndose de una explosión originaria.
Cuenta Hawking que durante la década de los 70 del siglo
pasado estuvo dedicado al tema de los agujeros negros y que su
interés por la cuestión del origen del universo se reavivó en 1981,
con motivo de una conferencia sobre cosmología que dictó ese año
en el Vaticano, en el marco de una reunión científica promovida
por la Iglesia Católica. Añade Hawking que la Iglesia del siglo XVII
había cometido un lamentable error con Galileo al mandarlo a
la cárcel por sostener que era la Tierra la que giraba en torno al
Sol, y que no dejaba de constituir un avance que invitara ahora a
DERECHO, SO CIEDAD Y NORM AS DE CONDUCTA
33
expertos que la pudieran ilustrar sobre tales materias. Al final de
la reunión se concedió a los participantes una audiencia con el
Papa, quien –sigue diciendo Hawking– “nos indicó que estaba bien
estudiar la evolución del universo después del big-bang, pero que
no deberíamos investigar sobre el propio big-bang porque eso era
el momento de la creación y, por consiguiente, la obra de Dios”.
El científico de Oxford prolonga su relato para decirnos que
se alegró al darse cuenta de que Juan Pablo II no conociera el
tema de la conferencia que acababa de dar, “pues no tenía ganas
de compartir el destino de Galileo”, y concluye declarando su
enorme simpatía por éste, “en parte porque nací exactamente
trescientos años después de su muerte”.
Mencionaremos a continuación que frente a la cuestión de
la existencia de Dios no hay sólo las dos actitudes más habituales,
a saber, la del creyente y la del no creyente. Así como en lo que
concierne a los valores, según mostraremos más adelante en este
libro, no hay únicamente la posición de los objetivistas (los valores
–por ejemplo, la justicia– son objetivos, tienen validez universal
y su verdad puede ser demostrada racionalmente) y de los sub-
jetivistas (los valores responden a preferencias personales de los
individuos, carecen por tanto de validez universal y las razones
que puedan darse a su favor sólo alcanzan para mostrarlos como
plausibles, esto es, atendibles, mas no como ciertos o verdaderos),
o, si se prefiere, así como en el terreno de los valores no hay sólo
la posición de los absolutistas (los valores son absolutos, ciertos y
evidentes para todos) y de los relativistas (los valores son relativos,
variables y rebatibles), algo parecido ocurre, según nos parece,
con lo relativo a la existencia de Dios. En otras palabras, así como
en el terreno de los valores y de los juicios morales se puede
ser algo distinto que objetivista o subjetivista, o que absolutista
o relativista (según mostraremos en su momento se puede ser
indiferente, desinteresado, neutral, escéptico, relativista, falible,
absolutista y fanático), del mismo modo, tratándose de la cuestión
de la existencia de Dios, existen más alternativas que las de creer
o no creer en Él. Y, sucintamente presentadas, tales alternativas
son las siguientes:
Tratándose del tema de la fe religiosa, la pregunta suele ser
tan simple como “¿Cree usted en Dios?”, y parece conducir sólo

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR