De narco a testigo protegida - 7 de Septiembre de 2013 - El Mercurio - Noticias - VLEX 458628350

De narco a testigo protegida

En su nueva vida, en la vida que le propone el Estado, probablemente con otro nombre, quiere dedicarse a los bordados y estampados, a comprar en remates y, quizás, en el futuro, a poner un restaurante.

Antes, hasta el año pasado, era una narcotraficante.

-Están mal dateados.

La tarde del miércoles 21 de marzo de 2012 los santiaguinos se apuraban en salir de sus trabajos para llegar a ver a sus casas el partido amistoso entre Chile y Perú, mientras Paula Gamboa, que trabajaba en su casa, estaba parada en el pasaje Poética, en Pudahuel, frente a un hombre gordo, alto, colorín, un tal Ronald, diciéndole:

-Es que están mal dateados.

Ronald le explicaba que lo habían invitado a hacer una pega, una mexicana, una quitada de drogas, y que esa pega la iba a sufrir ella ese mismo día, más tarde, cuando el partido ya hubiese empezado. Paula Gamboa le dijo que perdían el tiempo, que ya no estaba traficando. Mentía: estaban bien dateados. Se despidieron. Ella le dio las gracias.

-¿Estresa vivir así?

-Uno, al momento de meterse en esto, nunca sabe los riesgos. Pero después te vas dando cuenta: sabís que arriesgái irte preso, sabís que te pueden hacer una mexicana. !Pero nunca te vas a imaginar que te la va a hacer la policía, po¡

El padre de Paula Gamboa era dueño de un servicio técnico; trabajaba con un overol, pero con un terno debajo. Solía aparecer y desaparecer de la casa; tuvo cuatro hijos de este matrimonio y "alrededor" de once por afuera.

Cuando regresaba a la casa en Pudahuel era recibido como un rey; su esposa hasta le lavaba los pies. Volvía repleto de regalos. Paula Gamboa se sentía como la hija de un millonario.

A los 14 años conoció a Víctor Reyes, que no había tenido tanta suerte: creció en un hogar con violencia intrafamiliar, abuso de alcohol y antes de los 13 años ya había estado viviendo en la calle.

Cuando Paula Gamboa egresó del colegio, ya tenía una hija. Se matriculó en el Instituto Simón Bolívar en la carrera de Analista de Sistemas, lo que coincidió con los primeros problemas económicos de su papá. "Empezó a fallar en las mensualidades y de la dirección del instituto me iban a buscar a clases para sacarme, por no pagar. Tuve que salirme. Siempre me pesó". Tras eso trabajó como cajera y promotora de supermercado; digitadora en una financiera, asistente en un banco y en telemarketing. Dice que en ningún lugar superó los 250 mil pesos mensuales como sueldo.

El año 2000, Víctor, que tenía un historial de consumo de neoprén, chicota, anfetaminas y cocaína, fue detenido en un confuso operativo. Fue sentenciado por tráfico de marihuana. Pasó 18 meses preso. Al salir, como declara en la investigación, decidió alejarse del ambiente: de la venta y el consumo, y dedicarse al comercio en ferias costumbristas. Paula Gamboa comenzó a ayudar en el taller de su papá, que ya no generaba tanta plata como antes. Vivieron en el norte, en Cerro Navia y en Pudahuel.

"Alguien que no ha vivido ahí lo puede encontrar raro, pero esos barrios han sido siempre así. Uno empieza a ver camionetas, ropa, se empieza a notar la plata".

-¿Da rabia ver que otra gente ganaba más, y más fácil?

-No, nunca pensé en los demás. Pero pensaba en mi familia; estábamos acostumbrados a otro nivel de vida, antes que mi papá comenzara a tener problemas de salud. Me daba para sobrevivir, apenas. Mi misma hija: a las lolas les gusta vestirse bien. Y tuve otro hijo después. Y para qué te voy a mentir, uno tiene sus aspiraciones. Yo siempre quise seguir estudiando, entrar a Ingeniería Civil en Construcción y para eso se necesita plata. Lo del tráfico siempre estuvo pensado para eso.

En 2009 hizo su primer negocio con marihuana; le compraba a un mayorista y repartía entre vendedores menores del barrio. Ella, directamente, nunca estaba en la calle, no atendía a público. Después comenzó a traficar pasta base. Sus dos hijos daban vueltas por la casa, mientras ella hacía las transacciones.

-¿Nunca se cuestionó el daño que hacía entre los consumidores?

-Yo elegía no salir mucho a la calle para no verlo. Yo recibía, entregaba y sacaba mi parte.

-Pero alguien consume esa pasta base al final del día.

-No te lo niego, está claro que es un daño que hace. Pero uno trata de verlo como un negocio normal: si no me compra a mí, le va a ir a comprar a otro.

-¿Cuánto podía ganar?

-Como siete millones al mes. Era imposible que alguien como yo llegara a ganar esa plata de otra forma. Ni aunque hubiese estudiado.

Víctor, se supone, estuvo al margen del negocio. Al menos no acumuló más detenciones. Le molestaba la figuración de su mujer. Una tarde se peleó en la calle porque alguien le gritó a ella: !Pabla Escobar¡

En 2011, supuestamente tras una denuncia, la Brigada del Crimen de la PDI de Pudahuel allanó su casa. Los acompañaba un programa de TV. El detective le preguntó:

-¿Sabes por qué estamos acá?

Paula respondió:

-Lo tengo claro, pero bajen las pistolas, que hay niños.

Ella y su esposo fueron detenidos. Tras la formalización quedaron en prisión preventiva. A los cinco meses, en algo que aún genera dudas en la PDI, a un fiscal de Pudahuel se le pasó el plazo para hacer la acusación. Quedaron libres y sin antecedentes.

A las pocas semanas, Paula Gamboa estaba traficando de nuevo. "Traté de no hacerlo. Pero a mi papá le declararon demencia vascular, quedó postrado. Yo estaba embarazada de nuevo. Y mi hija de 16 también estaba embarazada. No me quedaba otra. Me quería ir del barrio, quería estudiar, poner otro negocio".

-Pero era obvio que seguirían...

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