La muerte como semilla: los mantos funerarios Paracas - 15 de Noviembre de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 587232162

La muerte como semilla: los mantos funerarios Paracas

A esta altura de la historia, esas visiones quizás debamos juzgarlas, más que en su verdad, en su belleza.

Imagine, por ejemplo, que un cuerpo inerte no es meramente el resto sin alma de una persona, sino la semilla de una nueva vida que germinará, crecerá, morirá y será, de nuevo, el embrión de una futura existencia que -encadenada a las pasadas y a las que vendrán- cimienta una historia, una tradición, un pueblo... Una cultura, como Paracas, esa sociedad andina que habitó los valles de la costa sur del Perú y que envolvía a sus muertos en paquetes o fardos funerarios que enterraban a una profundidad que iba de uno a cinco metros, cual simientes.

Las ideas y valores que hay detrás de ese ritual se podrán conocer, durante seis meses, a partir del 25 de noviembre. Ese día el Museo Chileno de Arte Precolombino inaugurará la exposición "Mantos Funerarios de Paracas: ofrendas para la vida", un proyecto que -según destacan en el museo- es parte de su alianza con "Minera Escondida, operada por BHP Billiton".

Se mostrarán cincuenta y dos piezas provenientes del Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia de Perú, que incluyen un abanico de plumas, un collar de caracoles, ofrendas de metal, oro, cerámicas, ropas, pero especialmente a los grandes protagonistas: ocho mantos de más de dos mil años de antigüedad en un estado de conservación casi perfecto -gracias al clima seco y a la aridez del desierto-, descubiertos en 1927, junto a su equipo, por el arqueólogo peruano Julio Tello.

La necrópolis

Frente a usted, en una cámara subterránea, rodeado de objetos valiosos, hay un bulto ovoide de algo así como un metro sesenta centímetros de alto. Al retirar el envoltorio externo de algodón aparece una piel de zorro, un penacho de plumas, objetos de oro y otros ajuares; se suceden capas de telas, prendas textiles y ofrendas, hasta que descubre un cadáver humano sin sus interiores y "reducido a un mínimo volumen mediante una flexión forzada de las extremidades y la columna vertebral" que se mantiene gracias a unas amarras. El cuerpo está puesto sobre un canasto.

"En la inmensa belleza de la muerte de los paracas, los difuntos seguramente eran concebidos como semillas, los fardos como bulbos de una planta y los cementerios como huertos. El mensaje del rito mortuorio era que la vida seguía más allá de esta vida para dar origen a una existencia", se lee en el catálogo de la exposición.

Con esa belleza se encontró Julio Tello en 1927... multiplicados por 429, cuando "al pie de un promontorio rocoso conocido como Wari Kayán" descubrió...

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