La morada de los puros - 16 de Abril de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 677275973

La morada de los puros

Frágil, pero sin interrupciones, ha sido la paz aquí en los últimos 25 años, y eso ha permitido que este y otros santuarios de los sij puedan ser visitados sin restricción. El Hari-Mandir es reconocido hoy como ejemplo de tolerancia religiosa. Y algo excepcional: es más visitado que el Taj Mahal y no solo porque los devotos sij sumen hoy 25 millones, sino porque atrae a viajeros de todos los continentes por su belleza y su densa atmósfera espiritual.

Por eso he llegado a Amritsar, en el extremo noreste de la India, donde se encuentra el santuario. La morada de "los puros", como ellos se llaman.

Un cierto sobresalto siento mientras espero retirar mi maleta en el aeropuerto. He tomado mi cámara para registrar la colorida multitud de turbantes y barbas. Hombres cejijuntos parecen perforarme con sus ojos, y me hacen recordar que los sij fueron los soldados más temidos del Imperio Británico. Nunca sabré lo que ellos sentían en el aeropuerto, pero otros sij igualmente cejijuntos y barbones se han convertido en mis mejores guías en Amritsar ahora que camino hacia el Templo Dorado. Antes de despedirnos -acogedores como niños- piden que nos tomemos "una fotografía de recuerdo".

Por un episodio infame

Poca cosa nos ha pedido un guardia sij al entrar al santuario: taparnos con un pañuelo la cabeza y destaparnos los pies. El recinto, lleno de edificios en torno a un gran estanque rectangular, se puede recorrer con pocas restricciones. "Todos tienen derecho a caminar en torno a las aguas, pero solo pueden detenerse quienes adoptan una postura de oración o meditación".

En el centro del enorme estanque parece flotar el Templo Dorado, o Hari-Mandir, que le da su nombre al conjunto.

Es el corazón del sijismo. Está unido a la orilla por un puente siempre repleto de fieles que esperan acercarse al Libro Sagrado, el Grant -escrito en lengua del Punyab-, cuyas enseñanzas son leídas todos los días desde las 4 de la mañana hasta que se pone el sol. En un gran recinto -donde se prohíben las fotografías- se reza y se canta bajo la dirección de los gurúes. Una red de parlantes multiplica las voces en todos los rincones del santuario. Muchos peregrinos pasan lanzando monedas al rincón donde se sientan varios gurúes exclusivamente masculinos y de barbas en su mayoría blancas.

No vemos imágenes para adorar. Aquí, el acto reverencial va dirigido solo al enorme libro sagrado, el Grant. No hay un clero o una casta de célibes que ejerza de intermediario o intérprete entre el hombre y la divinidad. Sin embargo, la figura del gurú, o maestro espiritual, resulta imprescindible para el verdadero devoto que desea seguir el camino hacia la liberación: el moksha.

Aquí salta a la vista que el sijismo nació como una mezcla, un sincretismo, de islamismo e hinduismo. Identificamos bóvedas árabes, y un guía nos cuenta que fueron orfebres islámicos e hindúes los que decoraron parte del templo principal.

Fieros adversarios de los virreyes británicos y de otros invasores, los sij terminaron muchas veces pagando...

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