El milagro diaguita - 16 de Agosto de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 524239510

El milagro diaguita

-Mi abuela contaba que en la cordillera que teníamos frente a nosotros, al interior del hielo, había oro.

Solange tiene 38 años, pero escuchó eso de niña: cuando Elsa Campillay aún vivía y tejía, y le contaba cómo ella y su padre galopaban por las quebradas durante días, camino a Vallenar, para vender sus frutas y esas hierbas que también usaban para hacer sahumerios y sanar dolores de estómago. Y aunque eso haya sido antes, en un tiempo en que Solange todavía no era profesora en Alto del Carmen, ni la vocera de las agrupaciones diaguitas de esa misma comuna de Atacama, la historia de Elsa logró permanecer entre sus recuerdos.

-Ella decía que el creador puso el oro ahí para probar la ambición del hombre. Porque ese metal, igual que en un refrigerador, es lo que conserva el hielo en la cordillera. Si se va el metal, se va el hielo. Y sin hielo no tenemos agua para vivir ni para nuestros cultivos.

En abril del año pasado, Solange Bordones, y la comunidad de diaguitas a la que pertenece, logró paralizar Pascua Lama: un proyecto minero de la empresa canadiense Barrick que perseguía todo lo que en su fábula la abuela había anunciado: sacar el oro desde el hielo.

Muchos años antes, cuando aún no cumplía 68 años, no paría a nueve hijos, ni tampoco conocía los zapatos, Ernestina Ossandón escuchó algo parecido.

-Los viejos nos advirtieron, pero uno escuchaba y lo botaba nomás. Nos decían que aquí había una riqueza muy grande, que nadie jamás debía sacarla porque era un privilegio del creador. Nosotros respondíamos que qué riqueza, si aún andábamos a pata pelada, vivíamos en casas de adobe y para llegar hasta acá desde cualquier ciudad, se necesitaba a lo menos un par de días a caballo, andando por un camino que no era más que peñascos. Pero nos avisaron. Nos dijeron que íbamos a tener que cuidar la cordillera.

En ese pasado no tan remoto, los pobladores de distintas vecindades del valle también tenían que cargar a sus muertos en ataúdes, durante horas, antes de llegar al cementerio de San Félix. Y aguantar los inviernos con el terral, ese viento cordillerano que sacude los techos fabricados de barro y tallos largos de plantas sacados del río El Carmen, el mismo que Artemio Quinzacaras, de la comunidad de El Corral, visitaba todos los febreros de su niñez para la fiesta de la chaya, cuando les tiraba agua a sus vecinas.

El aislamiento al interior del valle del Huasco, a lo largo de los ríos Tránsito y El Carmen, continuó. Hoy aún funciona el trueque, quedan lugares sin cobertura de celular, internet o agua potable, no llegan los diarios, solo se logra sintonizar TVN y tres radios locales, y el camino que conecta los pueblos es un circuito de curvas que hace todo lento y entrampado.

En este mundo encajonado, donde pocos se aventuraban antes de que llegara Barrick, se contaban historias parecidas, se celebraban fiestas iguales y varios apellidos se repetían. Pero solo hace muy poco, recién en 2006, se comenzó a hablar de una tradición que los unía.

-Acá en el valle siempre se dijo que éramos indios -explica Solange Bordones-. Mira qué...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR