Michelle Barahona: 'Este es un tema social y todos como sociedad tenemos que abordarlo, no solamente el Estado' - Núm. 4, Diciembre 2013 - Revista Derecho Penitenciario - Libros y Revistas - VLEX 513935714

Michelle Barahona: 'Este es un tema social y todos como sociedad tenemos que abordarlo, no solamente el Estado'

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Actualmente es la Alcaide del Centro Penitenciario Femenino de Santiago y confiesa que no es una tarea fácil, pero al mismo tiempo considera que tiene una gran responsabilidad y su labor también es reconfortante. María Eugenia Hofer, investigadora del Centro de Estudios Penales y Penitenciario de la Universidad Mayor, le propuso esta entrevista acerca de la realidad penitenciaria de la mujer en Chile y de sus necesidades y anhelos. Aquí sus respuestas, sensaciones y motivaciones que la llevaron a ser Mayor de Gendarmería de Chile.

En primer lugar queremos agradecer su disposición para responder esta entrevista. Encontramos muy valioso su testimonio, especialmente para este número, dedicado a la mujer penalizada.

¿Desde cuándo está en Gendarmería y qué otros cargos o roles ha desempeñado?

Primero, quiero también agradecerles la posibilidad de contar la experiencia que nosotros como mujeres tenemos acá en Gendarmería, que es un poco dura. No es menos cierto sí, que aunque sea dura, es bien reconfortante. A veces parece ingrata, pero no por eso es menos reconfortante

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Bueno, voy a cumplir 20 años en la institución, soy de la promoción de 1994. He trabajado la mayor parte de mi carrera en esta cárcel, aunque mi carrera comenzó en San Miguel, con los varones. Hice un año en la Cárcel de San Miguel, en lo que en ese momento se conocía como las internas políticas, que tenían también otras denominaciones, como las “internas terroristas”. De todos modos, para mí siempre fueron internas igual que todos las otras, eso sí, con una connotación política diferente. Eran bien particulares estas mujeres, yo las encontraba muy inteligentes y muy perseverantes en el tema que ellas perseguían, con una mirada social bastante amplia. Creo que aprendí mucho de esa mirada social, fue una instancia que marcó mucho mi carrera, que, por lo demás, era mi primera intervención en Gendarmería con mujeres presas.

Después, por temas institucionales y como la Cárcel de San Miguel era de varones, estas mismas internas fueron trasladadas a este penal, el Centro Penitenciario Femenino de Santiago. Y llegué aquí con ellas, así como un pajarito nuevo. Veía esto como grande, inmenso, con otra visual, porque yo venía de una estructura de cárcel con pabellones, con módulos a cargo de una torre, donde tenía, además, internos de los que me tenía que hacer cargo. En San Miguel me hacía cargo de un pabellón de internos homosexuales, que era un pabellón de internos de trato diferenciado. La enfermería también estaba ubicada en esa torre, que si bien no la administraba como tal, sí me correspondía organizar la atención de todos los internos de esa unidad. Todo lo anterior, además de las internas con una connotación política, que tenían esta visión que, repito, me marcó.

Llegué al Centro Penitenciario Femenino de Santiago con ellas (“internas políticas”) a una sección en donde se me delimitó un poco el accionar. En mi nueva función asumía tareas relacionadas más directamente con ellas, ya no tanto con el resto del penal. Recuerdo también que en ese tiempo eran muy pocas las internas si se compara con lo que tenemos hoy día, o lo que hemos llegado a tener. En ese entonces había alrededor de 380 internas en todo este penal.

Un factor no menor es que esta unidad no fue concebida como una unidad penal como tal, esto fue de las Monjas del Buen Pastor, un convento destinado para albergar a aquellas mujeres que estaban en riesgo social. Incluso, antes esto fue de los Misioneros del Verbo Divino, y ellos después se lo cedieron en comodato a las monjas y luego las monjas lo entregaron en comodato a Gendarmería. Entonces, esto primero sirvió para albergar a mujeres en riesgo social, niñas que estaban en la calle, con problemas con el alcohol o algún otro tipo de drogas. Luego comenzaron a llegar otras niñitas que cometían otro tipo de delitos, chicas que ejercían la prostitución, por ejemplo, y que las monjitas recibían. Así se comenzó a crear la cárcel como tal.

En el año 1986 pasó a manos de Gendarmería su administración completa y así fue creciendo la población penal y hoy en día tenemos 1.400 internas, divididas en 14 secciones, que se clasifican según su perfil criminológico y las veces que han estado recluidas. Aquí no se involucran a las primerizas con las reincidentes. No tenemos internas imputadas, pero sí condenadas que tienen diversos perfiles de comportamiento y perfiles criminológicos.

Usted señalaba lo difícil de esta realidad, “es duro”, dijo. En una institución cuya composición es esencialmente masculina, ¿qué ha significado trabajar en Gendarmería desde la perspectiva de mujer?

Es duro. Si yo lo miro desde la perspectiva social, es muy duro. Por lo que significa para las internas, para ellas significa ser mujer, ser madre, dejar la familia, dejar los hijos. Dejar todo eso por pagar, tal vez, un error.

Apartir de todos los años que llevo acá trabajando, soy una convencida que las mujeres van presas por errores que cometieron en la vida. No así los varones. Tal vez los varones son más reincidentes, son más avezados, cometen delitos por otras circunstancias. Las mujeres cometen delitos por un tema familiar, por un tema social. Hay muchas de estas mujeres que son madres solas y que por un tema de subsistencia de su propia familia llegan a delinquir. Lo que me reportan las estadísticas es que la gran mayoría de las internas que han estado presas lo han estado por un tema de tráfico, de tráfico en toda su amplitud: narcotráfico, microtráfico y tráfico propiamente tal. Estas chiquillas comienzan en su vida delictual porque su pareja la llevó o porque en algún minuto se vieron solas y no tuvieron otra opción de vida. Entonces, al ver que su familia necesita subsistencia, comienzan con este tema de llevarle la clientela a la vecina o al amigo que está traficando. Después ellas mismas comienzan a vender parte de lo que esta gente les empieza a dar y así se van involucrando, pero creo que

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es por un tema de vida, de subsistencia, de necesidad, que en este momento la sociedad como tal o el país como tal no lo ha abordado lo suficiente.

Respecto a la capacidad del penal, usted señalaba que el penal tiene en la actualidad alrededor de 1. 400 internas, ¿ha tenido más?

Sí, llegamos a tener 2. 500 internas. Cuando yo llegué la población penal era de 380 internas, luego comenzó a crecer y llegamos a tener en un momento 2.500 internas, con los problemas de hacinamiento que uno puede imaginar. En la actualidad el establecimiento tiene la capacidad de albergar entre 1.200 a 1.400 personas y nosotros estamos justo dentro del rango, pero como digo, llegamos a tener 2.500 personas que, obviamente, estaban muy comprimidas dentro de los dormitorios. Con esto no quiero decir que ahora no tengamos problemas de espacio como tal, porque hay un tema cultural que es muy importante dentro de las cárceles y es que la gente está acostumbrada por un tema social a vivir en hacinamiento. Su cultura...

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