METAMORFOSIS Y ALQUIMIA EN PRAGA - 17 de Diciembre de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 699124517

METAMORFOSIS Y ALQUIMIA EN PRAGA

Y no: este pasajero no estaba leyendo La metamorfosis de Franz Kafka (se niega a retitularla La transformación, como obligan los puristas y fundamentalistas de las nuevas traducciones), sino la última novela criminal del escritor irlandés Benjamin Black. El libro se titula Prague Nights y, ah, por fin: la inconfesable fantasía realizada de ser uno de esos turistas que viajan hacia una determinada ciudad con el nombre de esa ciudad en la portada del libro que sostienen en sus manos y ojos.

Y desde aquí mismo, ya la cosa se alquimiza: porque Benjamin Black es el doble mágico de John Banville. Black se especializa en policiales y es creador del patólogo Quirke y del detective Strafford, y hasta se, sí, metamorfoseó en Raymond Chandler para resucitar con arte y éxito a Philip Marlowe por las calles de la diabólica Los Angeles.

Pero ahora aterrizamos en la ocultista Praga y Banville/Black ha dado otra pirueta en Prague Nights. Y de lo que en ella se trata es de los callejones de la Praga del siglo XVI, año 1599, cuando Europa se preparaba para hundirse hasta el cuello en la Guerra de los Treinta Años. Y entonces Praga -a la que Banville califica de "estado mental"- era la residencia del rapaz y paranoide Rudolf II: rey marca Habsburgo de Hungría y Bohemia, Archiduque de Austria y Sagrado Emperador Romano. Y Rudolf II -retratado en su momento por el pintor frutal Arcimboldo- era muy pero muy aficionado a las artes hechiceras y astrológicas y astronómicas y se hizo rodear por toda una corte de hombres de ciencias diversas en la que destacaban las figuras de los geniales Kepler y Tycho Brahe y John Dee y Edward Kelley, medidores de cielos oscuros y estrellas encandiladoras y dimensiones alternativas.

Esa es la Praga de Prague Nights y a ella llega el bastante estúpido pero muy ambicioso Christian Stern -hijo bastardo del príncipe regente de Regensburgo, confundido con un enviado de Dios- y pronto comienzan a florecer los cadáveres en la nieve. Y -digámoslo, porque me lo advirtió el mismo Banville con ceja enarcada y crítica hacia Black- la trama-thriller es demencial. Y, por momentos, puede leerse como si fuese uno de esos inspirados disparates corales de los hermanos Coen. Pero en el libro la reconstrucción histórica de Praga -Banville/Black cataloga a su novela como "fantasía histórica" porque "después de todo la vida en la corte de Rudolf II entonces era completamente fantasmagórica"- es impresionante. Y, enseguida, caminando por sus avenidas y cruzando puentes, se comprende que la ciudad no ha cambiado mucho desde entonces. Se descubre que la Praga milenarista del aquí y ahora sigue siendo la Praha inmemorial de siempre y para siempre. Y que -como lo fue, es y seguirá siendo siempre, hasta el infinito y más allá- es completamente fantasmagórica.

Y es que Praga tuvo mucha suerte: la Segunda Guerra Mundial respetó sus hechizos y apenas una bomba (que en realidad iba de camino hacia la arrasada hasta los sótanos Dresde; pero el piloto se despistó y luego pidió disculpas) derrumbó un edificio a orillas del río Vltava/Moldava en el Ra?ínovo nábre?í, célebre por su arquitectura barroca-gótica-art nouveau. Y más alquimia y metamorfosis: en su sitio hoy se laza un célebre edificio moderno que parece haber sido preservado, en 1996, como en el momento mismo de erigirse. Mitad sólido y mitad líquido, como a mitad de camino de un truco de magia. Ahí está, cerca de mi hotel, la Tanèící dùm o Casa Danzante: joint-venture arquitectónica del croata Vlado Miluniæ con el star-quitecht Frank Gehry. Algo "estático y dinámico" según sus creadores. El terreno pertenecía a la...

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