Una mañana y dos tardes de balazos - 24 de Septiembre de 2016 - El Mercurio - Noticias - VLEX 649576389

Una mañana y dos tardes de balazos

Es primera vez que me enfrento a ella. Primera vez que la tengo cerca. Primera vez que la toco. Primera vez que siento su peso. Pero estoy seguro de que ya la he visto antes: la forma, la empuñadura, el cañón, el gatillo, la mira. ¿Por qué me parece tan familiar?

-Porque la has visto en las películas -me dice Alejandro Rocafort, mientras se cerciora de que esté descargada.

Es una Glock 17, de 9 mm, fabricación austriaca, con capacidad para 17 tiros. Según Rocafort, presidente del club de tiro José Miguel Carrera, es el arma más vendida en Chile y en el mundo, y si lo interpreto bien, es mucho más que una pistola. Sobre la mesa tenemos una leyenda que arrastra una legión de fanáticos en todo el planeta, a un lado y al otro de la frontera del bien y del mal. Es, para empezar, la favorita de Rocafort, la mejor entre las que ha usado y conoce, dice. Es también la que utiliza el FBI, la DEA y la mayoría de las unidades policiales de Estados Unidos. Es la que aparece en Arma mortal, Miami Vice, Matrix y en decenas de filmes y series de televisión. Y es, desde luego, un ícono replicado en videojuegos y que ha inspirado varias letras de rap y regaetón. Pero también tiene una historia negra vinculada a las masacres de Tucson y Virginia Tech y, al menos en Chile, es la preferida entre las bandas criminales más peligrosas, según la PDI. Muchas Glock se han incautado tras ser usadas en robos, homicidios y enfrentamientos entre narcotraficantes.

Y el círculo de la pistola, de quién la tiene y quién la usa, suele cerrarse o volver a empezar aquí y en los demás clubes de tiro de Santiago, que en el último tiempo han duplicado y hasta triplicado las inscripciones de quienes llegan empujados por el miedo a la delincuencia.

-La mayoría viene por la sensación de inseguridad. Porque sufrieron un asalto o porque asaltaron a un vecino, a un amigo o a un familiar -dice Rocafort-. Algunos ya se han comprado el arma para autodefensa, pero ahora, cada vez más, lo hacen al revés: quieren aprender a disparar para saber si realmente deberían comprarse una.

En su academia, ubicada en pleno centro de Santiago y cercada por dos templos evangélicos, tiene más de 900 socios registrados, casi la mitad de Las Condes. Entre ellos, hay alumnos que apenas han cumplido los 14 años -con el permiso notarial de ambos padres- hasta personas de más de 80. Cuenta que, en general, son hombres, aunque le ha tocado ver seguido a matrimonios que quieren hacer el curso juntos. También a comerciantes de comunas periféricas que confiesan querer defender su negocio a punta de balazos si es necesario.

Rocafort, de 55 años, es mi instructor de tiro. Con él he tenido clases teóricas y estoy a punto de pasar a la parte práctica. Además de la Glock, en su pequeña oficina me ha mostrado otras dos pistolas: la CZ 75, checa, de 15 tiros, y la Pietro Beretta PX4, italiana, de 17 tiros, ambas calibre 9 mm. Y un revólver Taurus, de 6 tiros, que se usa en algunas unidades de Carabineros. Ahora conozco sus diferencias y similitudes, sé cómo se llaman y para qué sirven cada una de sus partes, sé lo que es el abastecedor de munición, el carro, la recámara, el percutor y el gatillo. Sé cómo se acciona el seguro y cómo pasar bala. Sé dónde va el cargador y para qué sirve el guardamonte. Sé cómo empuñar y cómo apuntar con una y dos manos.

También hemos hablado de normas de seguridad, de la ley de control de armas, de las técnicas de tiro y de balística. Me ha mostrado distintos calibres. Me ha descrito con detalle el impacto que provoca cada uno. Sé, por ejemplo, que una bala 9 mm es una munición de guerra con la que puedo atravesar a una persona y a dos más, si quisiera. Sé que la de 40 mm se queda dentro del cuerpo y que se usa especialmente para defensa. Y sé que una bala de 22 mm no mata en forma inmediata, a menos que se aloje en la cabeza o en el corazón.

Al final de la clase teórica, Rocafort guarda las armas en sus respectivas maletas y revisa varias veces que no estén cargadas, aunque sabe que no lo están. Es una de las normas de seguridad que él repetirá hasta el cansancio, como un mantra: toda arma se considera cargada y lista para ser disparada cada vez que llega a tus manos.

-En el 60 por ciento de los accidentes con pistolas está la misma frase: "Yo pensé que no había bala" -explica-. Aunque te la pase el Papa, está cargada. ¿Correcto?

Cuando sale de su oficina, en el segundo piso del club, se escuchan los ecos de los balazos de los alumnos que practican en el polígono.

Paf, paf, paf...

Rocafort me apura:

-¿Listo para disparar?

Alejandro Rocafort no tiene la expresión ni el lenguaje, ni la postura marcial de los hombres que saben de armas. Pero de su billetera saltan todas sus credenciales que dicen lo...

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