La máscara de la vanidad - 24 de Junio de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 516127182

La máscara de la vanidad

La frase pertenece a Harriet Hubbard Ayer, una norteamericana que en 1886 no solo se convirtió en la primera empresaria de la cosmética estadounidense, también fue una periodista de belleza y escritora de best-seller sobre cuidados, rutinas y los cánones estéticos que debían seguir las mujeres de fines del siglo XIX y comienzos del XX.

La señora Hubbard Ayer fue una adelantada. Luego de divorciarse comenzó a vender antigüedades. En un viaje a Francia conoció a un farmacéutico parisino a quien le compró la fórmula de una crema facial que luego promocionó como el secreto de belleza de Juliette Récamier, célebre dama de la época napoleónica. Para promoverla falseó un testimonio de la propia Madame Récamier en la que destacaba las propiedades del producto y así logró venderla tanto en Estados Unidos como en gran parte de Europa.

Harriet Hubbard Ayer, consciente de que una sola crema no satisfacía las necesidades de todas las mujeres, luego desarrolló una gama completa de productos de tratamiento para blanquear la cara -una de las obsesiones cosmetológicas a lo largo de la historia-, además de otros productos de maquillaje y perfumes que abrirían las puertas a la cosmetología moderna. Y escribió obras como "Mi tocador de señoras, por la baronesa Blanche A. Staffe" (que Harriet solo decía haber traducido, pero que todos sabían había inventado), en la que entregaba una mirada bastante machista de la responsabilidad femenina con la belleza: "Una mujer indiferente a su aspecto no puede confiar en que será capaz de conservar la admiración de su esposo. En estas cosas, al hombre le encanta que le engañen, y con razón. ¿Qué es la vida, qué es el amor, sin ilusión?".

Más de una centuria después del emprendimiento cosmético y de las publicaciones de Harriet Hubbard Ayer, los gigantes de la industria de la belleza -con productos que se renuevan con una velocidad asombrosa, avances tecnológicos y una organizada red de publicidad- siguen manteniendo esa idea de ilusión, de encantadora -o agresiva- seducción y la posibilidad de potenciar el atractivo que proporcionan sus colores, pinceladas, cremas y un sinfín de productos capaces de provocar desde efectos de luminosidad hasta bocas engatusadoras.

El maquillaje es un artificio complejo que desde muy temprano en la historia descubrieron las mujeres -y algunos hombres en ciertas épocas-. Una costumbre que siempre se ha debatido entre lo sublime y lo ridículo. El efecto que logran o han logrado sus productos también definen un orden en la escala de clases. Un colorete...

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