Lenguaje y urgencia. Sobre la poesía de Carolina Lorca. - Núm. 51, Junio 2009 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 632229057

Lenguaje y urgencia. Sobre la poesía de Carolina Lorca.

AutorPolanco Salinas, Jorge
CargoEnsayo cr

Así quisiera las palabras y los sonidos y no lamentos y gritos de hombres en el mundo fulminados de miedo

Cristianziano Serricchio

La antigua línea férrea que se extendía por la región de Valparaíso unía el interior con el puerto y la capital. A su costado fueron creándose diversas ciudades con nombres graciosos o pretenciosos, como Llay Llay o Villa Alemana. Las Estaciones eran siempre iguales, con la plaza al frente, el pequeño comercio y las fuentes de soda, que se convirtieron en las paradas obligatorias de los transeúntes. Algunos de estos poblados lograron ser descritos en su permanente abulia, como cuando Adolfo Couve relata el tránsito en tren de un pequeño pintor a Viña del Mar. El salto del personaje a la fama de la vida pictórica resulta ser más bien el reconocimiento de la muerte del arte. Como si no fuera necesario ya el desplazamiento técnico de la pintura, el desfase de la desidia pueblerina constata la falta de sentido y expectativas. El caso más patético es Quillota, que alguna vez se pensó como posible capital, y a pesar del orgullo de sus habitantes por la vacilación de Pedro de Valdivia, la ciudad conserva todavía el rostro de un latifundio.

Hoy, el moderno tren llega a la mitad de lo que era antes, pero los poblados cada vez más enormes siguen siendo llamados "ciudades dormitorios". Digna de un capítulo de Alhué de Gonzalez Vera, Quilpué es una de esas estancias que sirven sólo para dormir. Una doble somnolencia: el trabajo está en otro lugar, y la ciudad como la Estación de tren, recibe a los pasajeros cuando llegan a dormir o perder la vida. El mundo pareciera vivirse en otra parte, las decisiones políticas descansan en ciudades donde se exuda el agotamiento. Además, como si no bastara lo que venimos contando, en Quilpué existe una localidad al costado contrario de la plaza, cruzando la Estación, denominada "Retiro". Siempre me llamó la atención la evidencia del nombre de este lugar, ubicado como trastienda de la plaza, tradicional espacio de lo público. Es la zona, por lo demás, donde vive la poeta Carolina Lorca, y el nombre de la extinta editorial que ella creó durante cierto tiempo, constituyendo una coincidencia simbólica de la actitud irónica de esta poeta aislada de los focos de atención. Actitud que la asemeja a otros poetas de Valparaíso que parecieran no haber querido tomar el tren.

La explicación de esta manera de situarse no proviene de una distancia de los acontecimientos sociales. Los libros de Lorca dan cuenta de una mirada política y filosófica, que es el zócalo de su poética. Lo que sucede es que la poeta continúa los parámetros de las concepciones heideggerianas que ponen entredicho la confianza plena en el mundo moderno de la técnica, solventado en el pensamiento calculador, que todo lo vuelve cuantificable y medible. Es conocido el consejo heideggeriano de la vuelta a la provincia. Advertencia que sin duda contiene un sesgo conservador al ponerlo en relación con la seducción de la ciudad. Pero si lo consideramos como un consejo práctico frente al carácter arrasador de la técnica, su sentido sólo ha tenido eco hoy con la explotación desproporcionada de la naturaleza y la proliferación del nihilismo, que conforma la sede del acomodo y la apoliticidad. Es decir, el retrato de Chile posdictadura. En las lecturas de su amado Holderlin, Lorca encontró una orientación poética que reflexiona la modernidad...

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