El individualismo se consolida - Tercera Parte. El individualismo ético y su proyección política y jurídica - Derecho y Justícia. Lo suyo de cada uno. Vigencia del Derecho Natural - Libros y Revistas - VLEX 327822699

El individualismo se consolida

AutorGonzalo Ibañez Santa María
Páginas315-368
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El fondo social, económico y político del fin del siglo XV, en
lo que tiene de ruptura con la tradición cultural en torno a la
cual se había estructurado nuestra civilización, no hace sino
acentuarse con el comienzo del siglo XVI. Por una parte, una
vieja nobleza, desgastada y diezmada en las Cruzadas y en las
guerras a que se ha hecho referencia; por otra, una emergente
clase mercantil e industrial que aflora como consecuencia del
orden y de la fortaleza del mundo europeo y que, en razón de
su laboriosidad, de su imaginación, de su capacidad de riesgo
y de su audacia, amasa fortunas considerables, muy superiores
a las basadas nada más que en la extensión de las tierras. Esta
nueva clase, sintiendo firme el piso bajo sus pies, aspira a que su
contribución al bien común merezca un mejor reconocimiento;
que éste, sin perjuicio de ser sólidamente monetario, vaya más
allá y se exprese, por ejemplo, en cuotas cada vez mayores de
poder político y de influencia social: “La única clase que pro-
gresa es la burguesía: el comercio internacional, el desarrollo
de la banca y de la industria, toda esta efervescencia capitalista
que caracteriza los siglos XV y XVI, se llevan a cabo en su solo
provecho. Al lado de esta fuerza económica, ella se apodera
poco a poco de la fuerza política, de los cuerpos de ciudad y de
los Estados provinciales. Sólidas familias dominan las asambleas
municipales: los Países Bajos las verán tomar una parte cada vez
más grande en el gobierno de los asuntos públicos, en Italia
muchas se levantarán hasta el Principado. Por el contrario, en
los centros importantes se constituye ya un proletariado mise-
rable sin expresión política, que las grandes corrientes sociales
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EL INDIVIDUALISMO SE CONSOLIDA
DERECHO Y J USTICIA
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o religiosas sacudirán con terribles convulsiones. Se forma así
en las grandes ciudades industriales un alto comercio podero-
so, independiente, maquinador, maquillado de bellas letras,
de derecho y de teología, deseoso de imponer su fuerza y sus
reivindicaciones; –en breve, una burguesía ambiciosa de poder
y de libertades– y una masa considerable de pobre gente, verda-
dero volante revolucionario capaz de apoyar tanto la ambición
burguesa, la autoridad real o la rebelión campesina, de asaltar
los bienes del clero o de mudarse, llegado el momento, en
demagogia clerical”.189 En la consecución de estos fines de pre-
dominio político y de influencia sobre todo material, comen
a esfumarse la línea a veces muy tenue entre lo permitido, lo
tolerado y lo prohibido.
1. UN PERSPICAZ OBSERVADOR: NICOLÁS MAQUIAVELO
Que esta situación no presentaba buena cara –y que, tal vez, la
presentaba mala– lo muestra este escritor florentino a lo largo
de todas sus obras, en especial, en la más conocida, El Príncipe.
Está meridianamente claro que Maquiavelo no escribió como un
teórico de la política, sino como un observador de ella. En este
sentido, su obra constituyó un reflejo de lo que en buena medida
era la real confrontación política de la época; en especial, por
supuesto, de la que sucedía entonces al interior de las ciudades
italianas más importantes; y de la que sucedía entre esas ciudades.
Era un observador perspicaz y las conclusiones que él extrajo de
sus observaciones constituyen, sin duda, una de las fuentes más
importantes para conocer lo que pasaba entonces.
Maquiavelo era florentino, nacido el 3 de mayo de 1469 en
el seno de una familia acomodada que se había destacado en
el servicio funcionario de la ciudad. En su juventud, fue testigo
de cómo el fraile dominico Jerónimo de Savonarola, apoyado
por las tropas francesas de paso por Florencia a Nápoles, logró
la destitución de los Médicis y su propia designación como
gobernante de la ciudad; y de cómo, a la fuerza, trató de hacer
de ella un modelo de virtuosismo moral, yendo mucho más allá
189 Pierre Mesnard, L’Essor…, p. 11, ed. cit. (tr. del a.).
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TERCER A PARTE: EL IN DIVIDUAL ISMO ÉTICO Y SU PROY ECCIÓN POLÍT ICA Y JURÍ DICA
de lo que era entonces prudente. Maquiavelo entró al servicio
público durante el período de Savonarola, y, después de la
caída de éste en 1497 le correspondió trabajar bajo las órdenes
del gonfalioneri vitalicio Soderini hasta que éste también fue
destituido en 1512 y reemplazado nuevamente por los Médicis,
apoyados por las tropas españolas. En un principio, Maquiavelo
sufrió también la destitución y, aunque por breves períodos
logró recuperar el favor oficial, los más de sus días, hasta su
fallecimiento el 22 de julio de 1527, los vivió prácticamente en
una situación de cierto exilio, en una finca de su propiedad
ubicada en los alrededores de la ciudad. Es importante des-
tacar que una de las últimas visiones de la realidad que tuvo
Maquiavelo fue la de presenciar el saqueo de Roma por parte
de las tropas imperiales en 1527.
Fue en 1513 que escribió El Prín cipe, como un conjunto de
consejos a Lorenzo de Médicis, que acababa de ser restablecido
en el poder.
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Pero fue menospreciado por éste hasta el punto
de ser destituido de su trabajo. Conociendo la personalidad
del Médicis en cuestión, salta la duda si su gesto se debió a un
sincero rechazo a las tesis de Maquiavelo, o si, por el contrario,
fue una fina aplicación de las mismas, porque si participaba
de ellas, no solo nunca lo podría haber reconocido, sino que
debía esmerarse en demostrar lo contrario y qué mejor para
ello que ensañarse con quien las había sistematizado y expues-
to. En todo caso, el libro fue publicado de manera póstuma,
sólo en 1532.
190 “Los que desean alcanzar la gracia y favor de un príncipe acostumbran a
ofrendarle aquellas cosas que se reputan por más de su agrado, o en cuya posesión
se sabe que él encuentra su mayor gusto. Así, unos regalan caballos; otros, armas;
quiénes, telas de oro; cuáles, piedras preciosas u otros objetos dignos de su grandeza.
Por mi parte, queriendo presentar a Vuestra Magnificencia alguna ofrenda o regalo
que pudiera demostraros mi rendido acatamiento, no he hallado, entre las cosas que
poseo, ninguna que me sea más cara, ni que tenga en más, que mi conocimiento de
los mayores y mejores gobernantes que han existido. Tal conocimiento sólo lo he
adquirido gracias a una dilatada experiencia de las horrendas vicisitudes políticas de
nuestra edad, y merced a una continuada lectura de las antiguas historias. Y luego
de haber examinado durante mucho tiempo las acciones de aquellos hombres, y
meditándolas con seria atención, encerré el resultado de tan profunda y penosa
tarea en un reducido volumen, que os remito” (Introducción a El Príncipe; edición
www.laeditorialvirtual.com.ar, 2004; sección Política).

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