Ida y vuelta en el avión del éxodo haitiano - 7 de Octubre de 2017 - El Mercurio - Noticias - VLEX 694451313

Ida y vuelta en el avión del éxodo haitiano

Joseph Jeanty, 39 años, está parado afuera de la habitación que arrienda junto a su esposa, Nadine Elas, en una casa en Conchalí. Con sus manos saca cuentas: en Haití ganaba más de los 400 mil pesos que ahora recibe trabajando en una fábrica de camas y colchones, pero aquí está libre del temor que tenía de ser secuestrado o asesinado. En Haití era soldador y eléctrico, y Nadine administraba un restorán de comida casera.

Joseph fue el primero en venirse: ya lleva un año y seis meses en Chile. Nadine llegó hace siete meses. Y en los próximos días vendrá Shella Jean, una sobrina de Joseph.

Por eso estoy acá, le explico a Joseph. Le digo que soy periodista y que en los próximos días viajaré a Puerto Príncipe y me gustaría conocer a Shella Jean. Que según los datos del pasaje de Shella Jean, que me facilitaron en la agencia, ella tomará el mismo vuelo en el que yo regresaré desde Haití en los próximos días.

Joseph dice que lo hablará con ella, pero que no debería haber problemas. Antes de despedirme, me cuenta que el viaje de su sobrina tiene un propósito mayor: no solo viene a Chile a tratar de conseguir un trabajo para ayudar a su madre en Haití, sino que el principal motivo es que Shella les traerá al hijo de casi cinco años que dejaron a su cuidado.

Conseguir un pasaje

Días antes, me acerqué a las oficinas de Latin American Wings (Law), la única compañía chilena con ruta entre Puerto Príncipe y Santiago, que con nueve vuelos semanales traslada mensualmente a cerca de cinco mil haitianos desde Puerto Príncipe a Santiago. En lo que va del año, según datos de la PDI, casi 70 mil haitianos han llegado a Chile, el doble del total ingresado en todo 2016. Pero son las operaciones de Law que han llamado la atención de la Fiscalía Centro Norte, que incluso abrió una investigación por supuesto tráfico ilegal de migrantes, que aún no tiene formalizados.

En las oficinas de Law en Santiago, le pregunté al gerente comercial de la aerolínea, Héctor Valenzuela, por estas acusaciones. Su respuesta fue categórica.

-Nosotros somos transportistas. No podemos traficar, porque no autorizamos el ingreso al país. A nosotros se nos acusa. ¿Y Copa? ¿Alguien dice algo? Anda a Antofagasta, parece que fuera Cali, Medellín. ¿Por qué nos han acusado, pero todo ha quedado en nada? No tenemos ningún problema ni temor, porque hacemos todo en regla. ¿Ahora nos van a acusar de que también traemos venezolanos?

Mientras busco pasaje, una ejecutiva me confirma lo que ya me habían respondido por el call center de la aerolínea: no hay disponibilidad. La única opción, me dice, es comprarlo a través de una agencia. Cuando lo dice, apunta a un hombre que habla por celular en el hall de la oficina. Pierre Richard Aladin, haitiano, ocho años en Chile. El hombre me estrecha la mano.

-¿Cuándo quieres viajar? -me pregunta, antes de darme la dirección de su agencia.

Una hora después subo al segundo piso de un edificio en Bandera, en Santiago Centro. En las murallas hay afiches de conciertos de cantantes haitianos y varias oficinas que ofertan pasajes hacia Haití, tanto en Law como en Copa.

Una mujer venezolana de la agencia me pregunta las fechas del viaje y me da el monto: 1.214 dólares. Setecientos ochenta mil pesos chilenos. Entre 300 y 400 dólares más caro que a través de la aerolínea. El pago, me dice la mujer, es en efectivo o por depósito. Un hombre haitiano, en el modulo vecino, saca un fajo de billetes para pagar su pasaje. Le digo que le depositaré y entonces anota los datos de la Cuenta Rut de Pierre Richard Aladin en un papel. Cuando termina el trámite, la mujer me entrega un documento con un código y el horario de los viajes.

Es viernes 22 de septiembre. Hasta último momento no supe si volaba. Ninguno de los códigos que la agencia de Pierre me envió al Whatsapp para hacer el check in en la página de la aerolínea fueron aceptados como válidos. Solo en el counter de Law, en el aeropuerto, confirmé que mi nombre estaba dentro de los pasajeros.

El vuelo dura ocho horas y media, cinco desde su escala técnica en Lima, donde los pasajeros peruanos que abordaron en Santiago despoblaron casi por completo el avión: salvo las tripulantes de cabina y dos funcionarios chilenos de la aerolínea que viajan para cumplir su turno de 15 días en el counter de la compañía en el aeropuerto de Puerto Príncipe, solo quedaron ocho personas a bordo, todos haitianos, desparramados en la parte delantera del avión: un matrimonio radicado hace varios años en Chile y que viaja para visitar a sus familiares, y dos mujeres y cuatro hombres visiblemente angustiados.

-¿Y ustedes? ¿Qué pasó? ¿No les gustó Chile? -les pregunta una azafata minutos antes del descenso.

"Mucho frío", "no trabajo", "no gustó", se oye al unísono. Uno de ellos es Jean Benis, 24 años. Durante los cuatro meses y medio que vivió en Chile compartió una pieza con uno de sus hermanos en San Felipe y trabajó cosechando limones y paltas. Su último empleo fue cortar leña de lunes a viernes, de ocho de la mañana a seis de la tarde. Con dos gotas de español intenta explicar que ese trabajo le destrozó la cadera. Que desde entonces comenzó a enfermarse. Y que sin trabajar, las últimas semanas solo se dedicó a incubar el resfrío que lo tiene tosiendo desde que subió al avión.

Jean Benis mira por la ventanilla. Dice que Chile no es lo que...

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