Los hombros de la jueza - 25 de Abril de 2015 - El Mercurio - Noticias - VLEX 567428134

Los hombros de la jueza

Semanas antes, estaba en un estudio, frente a un lente fotográfico, posando con una sábana que le cubría el pecho, sujeta a su espalda con un clip. De pronto, ella, la niña que se crió en Penco, la adolescente que fue novicia y estuvo a punto de ser monja, la mujer que se transformó en jueza del Primer Juzgado Civil y presidenta de la Asociación de Magistrados de Concepción, estaba ese día de febrero pasado sonriendo frente a la cámara, con los hombros descubiertos y sin una gota de maquillaje para la muestra fotográfica que la Asociación de Magistradas de Chile (Machi) realizaría junto con el colectivo Gentidad para celebrar el Día de la Mujer en Concepción. La idea era exponer las fotografías de representantes destacadas de la zona en la Corte de Apelaciones para conmemorar esa fecha. Ella había sido elegida por las magistradas para ser parte del grupo. La jueza Margarita Sanhueza mantuvo la sonrisa mientras el fotógrafo disparaba.

El lunes 9 de marzo ya estaba todo listo para inaugurar la exposición: tenían los permisos correspondientes y afuera de cada una de las seis salas de la Corte de la ciudad estaban colgadas las fotografías de la ministra Carola Rivas, la presidenta de la Asociación de Funcionarios del Poder Judicial Concepción-Arauco, una académica, la directora ejecutiva de los premios Ceres, Susana Lépez, y la presidenta de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios de Concepción. Los retratos -de 60 por 90 centímetros- eran en blanco y negro y ellas aparecían a hombros descubiertos y sin maquillaje. Margarita Sanhueza miró la muestra. "Encontré bonitas las imágenes. Cada una tenía un aura. Encontré linda la mía, me gustó. La idea me pareció interesante porque siempre estoy entre cuatro paredes dictando sentencia sin mayor contacto con la comunidad, y porque la idea era decir: 'Antes que ser juez, soy mujer'. No le vi nada de malo", dice.

"!Sales muy bien¡", le comentaron algunos abogados al pasar. Sus dos hijas, de 10 y 17 años, que la acompañaban ese día de inauguración, estaban contentas. Un rato más tarde, alguien del colectivo Gentidad colgó un cuadro aparte que solo era texto. Contenía la leyenda que acompañaba la exposición titulada Con calma. Decía: "No somos genitales. No somos títulos. No somos apellidos. No somos envases. No somos esposas. No somos madres. No somos culos ni tetas. Somos humanidad". Entonces Margarita pensó lo que pensó: que quedaría la escoba.

Un nuevo hábito

Durante cinco años usó hábito. Margarita cuenta que creció en "una familia humilde de Penco", donde fue criada por su abuelo, obrero de Fanaloza y más tarde portero de la Metalúrgica Cerrillos. Allí, en Penco, todos se reunían en torno a la parroquia del pueblo. Por eso era común que al salir del colegio muchos jóvenes siguieran el camino religioso. Margarita entró a la congregación el Buen Pastor a los 17 años como un camino natural. "Mi vida allí fue rezar, estar en hogares de menores cuidando a las niñas, en cárceles de mujeres y centros de...

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