Los herederos de Alto Hospicio - 29 de Noviembre de 2014 - El Mercurio - Noticias - VLEX 546369898

Los herederos de Alto Hospicio

El lunes 14 fue a la calle Barros Arana, a ver a otro amigo. Llegó sin bañarse. Quería visitar en la cárcel a otro pololo, pero le daba vergüenza aparecerse así, toda sucia. Su propio papá también estaba preso. Le prestaron una polera, con la imagen de un dálmata. Dijo que llevaba varios días sin dormir. Cojeaba, no solo ese día, sino que siempre: a los 9 años la habían atropellado. En la noche la vieron a bordo de un auto celeste.

Graciela se había ido de su casa un año atrás, alojaba con otros adictos del circuito de Iquique. Por orden judicial, debía estar en un centro de menores en Arica para tratar su adicción. Quería mejorarse. Tenía 17 años. Su daño orgánico a causa de la droga era grave; imaginaba cosas, decía ver estrellas de Hollywood en los míseros pasajes de las poblaciones de Iquique. En su barrio, le decían la "Loca Chela", por lo impredecible que se ponía cuando estaba empastada.

El martes 15 la vieron en la calle Videla, limosneando. A las 11 de la noche la escucharon quejarse del frío, comiendo un completo, justo antes de subirse a un auto. A las once y media llegó a un restaurante Chifa a cambiar dos billetes de 20 dólares. La cajera la conocía. Graciela le dijo, a modo de advertencia: "No me has visto hoy". A la medianoche seguía fumando pasta base.

A las 0:30 del 16 de septiembre visitó a su amigo, el "Pat'e Lancha". Vestía jeans, un peto y chalas. Aguantó muy poco rato. Se fue caminando a buscar al "Soplete" y al "Soda", dos amigos. Decía que quería vacilar un rato. A las 3:40 pasó por ahí en un auto blanco. Gritó por la ventana: "Anda a acostarteeeeee 'Pat'e Lancha', no hay pasta en ni un lado".

Esa mañana, cuando comenzaban los feriados de Fiestas Patrias, se subió al auto de Julio Pérez Silva en la plaza Arica, a las siete y media de la mañana.

En ese momento, Katherine, su hija, tenía tres años.

Dos años antes de morir, Angélica Lay decidió darle un giro a su vida: se fue a vivir con María Teresa, una antigua compañera de su equipo de vóleibol. En la población Las Quintas de Iquique fue un pequeño escándalo: era julio de 1998, ella tenía 23 años y estaba legalmente casada.

Ambas vivieron en pensiones, hasta que en septiembre construyeron una mediagua en La Negra, Alto Hospicio. Su madre no lo aprobaba. Le declaró a la policía: "Estuvo muy atormentada por esa relación, incluso quiso quitarse la vida ahorcándose. Yo tuve que conversar con ella sobre el problema que era vivir con una mujer, porque dejó botado a un hombre que la quería mucho".

Mario Tapia había conocido a Angélica cuando ella tenía 14 años y él 18. Vivían en poblaciones rivales. Sabía que venía de un entorno complicado, con familiares directos dedicados al tráfico. Un año ofició como su apoderado. Angélica no terminó el colegio: repitió primero medio varias veces. Estuvo trabajando como vendedora para una AFP y como promotora de Entel. Seguía jugando vóleibol, era seleccionada de la ciudad. Ambos se casaron en 1994. Tras la separación, e incluso tras saber que ella se había enamorado de otra mujer, Mario siguió cordial con ella.

El 24 de febrero de 2000, Angélica salió temprano de su casa en Alto Hospicio. Se despidió de María Teresa. Llevaba una blusa morada y una falda verde. Iba a buscar plata a Iquique. Ese día, no se sabe la hora, subió al Nissan beige, año 1991, de Julio Pérez Silva. Ambos vivían a pocas cuadras de distancia. Pérez Silva la llevó a un basural cercano, en el sector de La Pampa. Ahí la mató.

Mario, su hijo, tenía 6 años. Los había cumplido cinco días atrás.

A Katherine no le dijeron qué fue lo que pasó con su mamá, inicialmente. El caso había sido un puzzle policial complejo: el cuerpo apareció en la playa de Chanavayita, a 54 kilómetros al sur de Iquique, con un golpe mortal en la cabeza. Dos pescadores, mar adentro, distinguieron a una pareja en la orilla, pero pensaron que eran pololos en busca de intimidad. La PDI no encontró pistas relevantes en el lugar. Juan Zumelzu, empresario de la ciudad, se interesó en el caso. "Lo más grave es que ella estaba por orden de un tribunal al cuidado del Estado, en Arica. Por la pobreza de la involucrada, los avances en la investigación eran mínimos. Pagamos peritos independientes para re revisar la escena del crimen", dice.

Esos peritos encontraron una cadena de oro del club Universidad de Chile y se la entregaron a las autoridades. Tres años después, la pareja de Julio Pérez Silva declaró que le había regalo esa gargantilla y que él la perdió justo para la fecha del asesinato. El psicópata de Alto Hospicio confesó ese crimen, el primero de los 14 homicidios. Katherine supo la verdad dos años después de eso, en 2003, cuando tenía 8. "Antes me decían que andaba trabajando, que ya iba a volver. Yo crecí con esa esperanza, por eso quedé muy mal cuando supe que no volvería. Me debieron haber dicho mucho antes".

Junto con eso, le entregaron una carta, la única que le dejó su mamá. Ella la había escrito cuando fue internada en el Sename de Arica; se suponía que era un "hasta luego", no una despedida final. Ahí le contaba que quería cambiar radicalmente de vida, que quería estar con ella y que, más adelante, cuando fuera grande, podría contarle en detalle por lo que...

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