Los guardadores de Montserrat - 3 de Diciembre de 2013 - El Mercurio - Noticias - VLEX 479142998

Los guardadores de Montserrat

Antes de iniciar el viaje, el hombre -nervioso y desesperado- habló por celular con su mujer, con su familia, con su abogada, con amigos. Necesitaba convencerse de que estaba haciendo lo correcto.

Por la mañana, al tomar el ferry desde Chiloé a Puerto Montt, le habían dicho que unas personas del Sename lo esperaban en su casa para llevarse a la niña, y que tenía que entregarla. Se aterró. Durante todo el día vagó por la ciudad sin saber qué hacer. Por la tarde, luego de tomar la decisión de huir, un amigo le compró los pasajes y le recomendó que se cambiaran los nombres. Montserrat, la niña de tres años, pasó a llamarse Fernanda. Él dejó de ser José Luis y se presentó como Robinson al auxiliar del bus.

Cuando la niña le preguntó por qué lo hacían, él dijo que era un juego.

Ella sonrió y se fue mirando por la ventana. Él llamó a Joselyn -su mujer-, quien estaba internada en el hospital de Puerto Montt con síntomas de pérdida del primer hijo biológico que esperaban. Se despidió. Le dijo que cuando estuvieran en un lugar seguro la volvería a llamar. La niña le mandó un beso por el teléfono y al colgar le preguntó:

-¿Papá, a dónde vamos?

-Vamos a un paseo -le respondió.

Después la niña se durmió en sus brazos. El sur empezó a quedar lejos.

Era el 14 de junio de 2013, el comienzo de todo.

Está gris y llueve con fuerza en Chiloé. José Luis Paredes está sentado en living de la casa de las tías de su mujer en el sector de Alto Pudeto, en Ancud. En su mirada hay una expresión de cansancio, pero sonríe y se arrellana en un sofá rojo. Es el segundo miércoles de noviembre. Esta mañana llegó de la Comisaría de Carabineros de Puerto Montt. Como todos los días, salió a las cinco de la mañana de Ancud y cruzó el canal de Chacao, para cumplir con su servicio.

-Joselyn está con Montserrat en nuestra casa que está más abajo. La hija está enferma, tiene un virus en el estómago, temprano fueron a la clínica a ver qué le pasa. Anoche Montse durmió muy mal y ahora le duele el estómago -comenta a modo de justificación.

Han pasado cinco meses desde que el carabinero José Luis Paredes -27 años, apenas un año en las filas de Carabineros y casado desde hace tres meses- huyó para esconderse con Montserrat. Se ocultó con la ella durante once días en un lugar indeterminado de Santiago, mientras intentaba revertir judicialmente una medida que consideraba injusta. Su batalla fue apoyada por un grupo de abogados, algunos parlamentarios y cientos de personas que crearon páginas de apoyo en Facebook y organizaron marchas. Defendían la petición de José Luis y su pareja, quienes aseguraban que habían intentado sin éxito postular a la adopción de la menor que Joselyn había tenido a su cargo. Ella durante más de dos años fue legalmente la guardadora de la pequeña: labor en la que mujeres o grupos familiares, por un tiempo determinado, acogen y cuidan a menores que han sido alejados de sus padres biológicos por órdenes de tribunales o que están en proceso de adopción. La actual ley de adopción estipula que los guardadores solo se pueden hacer cargo de los niños por un período corto y cuando ellos van a ser adoptados deben devolverlos. Además, estipula que estos guardadores no pueden postular al proceso de adopción de los niños que están bajo su cargo.

Y esa regla fue la que detonó la decisión de José Luis para huir con Montserrat.

Durante los veinte meses en que su pareja tuvo oficialmente el rol de guardadora -al principio iban a ser seis, pero fueron ampliándose por el Tribunal de Familia de Ancud- , José Luis se involucró emocionalmente con la niña. Incluso, la llegada de Montserrat gatilló su decisión de integrarse a la filas de Carabineros. Hasta esa fecha, este joven nacido en Purranque, cerca de Osorno, había realizado las más diversas ocupaciones: operador en una fábrica, vendedor de libros, y obrero en obras viales, a cargo de la señalización de caminos.

-Me pareció una posibilidad de estabilizarme, de dejar de andar por todos lados y poder quedarme en un lugar con la idea de adoptar a la Monchi. Incluso cuando terminé el curso y me destinaron a una comisaría en Lo Barnechea, en Santiago, viajaba cada quince días para estar con ella.

En el living de la casa hay una mesita cubierta con un mantel tejido, un florero y...

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