La fortuna del señor Garriga - 28 de Diciembre de 2013 - El Mercurio - Noticias - VLEX 483290506

La fortuna del señor Garriga

-No, no, no. O sea sí: juego cartas, juego brisca.

-¿Y apuestan?

Y en el tercer día del juicio que lo condenó a pasar nueve años en la cárcel por haber dilapidado más de 2.700 millones de pesos de otras personas, supuestamente por una ludopatía fuera de control, Garriga dice:

-Sí, sí apuesto. Pero en pequeñas cantidades. Cuando hablamos de apuestas, hablamos de 200 pesos.

Javier Garriga nació en Valparaíso, hijo mayor del matrimonio entre Manuel Garriga, rentista, en un momento con 50 propiedades en el puerto, y Perla Bromblum, dueña de casa. Estudió en el colegio San Peter de Viña del Mar y luego en el Hebreo. Repitió quinto básico. Desde los seis años integró la comunidad israelí de la V Región, de la que sus padres eran miembros reputados. A los 12 ayudaba a su papá en un local de caza y pesca.

Ingresó a ingeniería química en la U. Federico Santa María. En la evaluación psicológica encargada por la defensa dijo que nunca fue a clases y que se retiró cuando sus papás se enteraron; al psiquiatra del Servicio Médico Legal, que cursó hasta cuarto año; en el juicio, que llegó a segundo.

A los 19 años instaló la Casa del Deporte, un local en el centro de Viña. Abrió una segunda sucursal. Su papá le traspasó ambos bienes. A los 22 se casó con Jacqueline Dorfman. Siete años después perdió los negocios, en una sonada quiebra. Él cuenta que se debió a un problema con las apuestas. Su primo David Skvirsky creció con él y recordó el episodio en el juicio: "Arrendaba un terno en el quiosco del casino e iba bastante seguido. Nadie conocía esto de la ludopatía por esos años".

Su esposa, tras eso, tuvo que ponerse a trabajar. Dice que le advirtió:

-El juego se acaba acá.

El marido de María Santibáñez, un empresario del pan, comenzó en 2004 a derivar los ahorros de toda su vida a la firma donde trabajaba Javier Garriga. En 2006 falleció. La viuda puso aún más dinero, 15 mil dólares en total. Para diciembre de 2011 quiso retirarlo. Llamó a Garriga; él le dijo que lo volviera a llamar el 15 de ese mes. Ella no lo encontró ese día, ni durante todo enero. El 1 de febrero decidió ir a la oficina. Garriga le dijo otra vez que no tenía la plata a mano, que en una semana más. Y cuando ella iba saliendo, un día antes que estallara el escándalo, ahogado en deudas, manufacturando documentos bancarios falsos, con la seguridad de una caída inminente, Garriga le dijo:

-¿No tiene más plata chilena que quiera cambiar? Le puedo dar un muy buen precio por el dólar, 468. Pero es solo por hoy.

La esposa llevó la casa un tiempo. "Fue como tener un hijo más, tuve que hacerme cargo de todo", declaró ella en el peritaje psicológico. Garriga volvió a trabajar con su papá, cobrando las rentas de las propiedades de Valparaíso. Su hermana, Marisol, se casó con Juan José Zavala, heredero de una de las fortunas más grandes de la zona, que incluye participaciones en la eléctrica de Casablanca, el molino de Casablanca y en más de 20 inmuebles, todo valuado hoy en más de 8 mil millones de pesos, según declaró él mismo en el juicio. Juntos se ganaron la concesión del campingdel tranque Lo Ovalle, que Garriga administró por varios años. Al final también se fue a pique: la sequía mató el negocio.

"Ahí jugué menos; tenía horarios más controlados por mi papá y mi mujer, porque ellos sabían que me gustaba. (...) Tampoco me endeudé, ya no tenía posibilidades de hacerlo. Lo que sí me vino fue una depresión muy grande, porque de la noche a la mañana me sentí angustiado, ya no tenía acceso a dinero y cuando iba a jugar sentía una excitación que me hacía olvidar los problemas".

En 1993 Zavala constituyó Turiscam, una casa de cambio, en sociedad con su mujer y la mujer de Garriga, quien fue contratado solo como empleado. Pero, en rigor, él llevó el negocio casi 18 años. Por los contactos de Zavala, buena parte de los empresarios de Viña llevaron ahí sus inversiones en moneda extranjera, y por mucho tiempo estuvieron encantados: retiraban intereses varias veces superiores al que otorgaban los bancos. La voz se corría: los mismos empresarios ingresaban más capital y les contaban a sus amigos.

La situación económica de Garriga ganó en solvencia. Para el año 2000, su señora ya había dejado de trabajar, tenían tres hijos y vivían en el edificio Tenerife, en el plan de Viña del Mar, con departamentos que costaban, en promedio, entre 160 y 180 millones de pesos. Era el inquilino más joven: la mayoría eran jubilados que habían invertido sus ahorros en su residencia final, la mitad de ellos de la Armada.

La personalidad de Garriga estaba en plena transformación. Pronto comenzó a obsesionarse con detalles: si había que comprar un pan de pascua, llegaba a la casa con 50. Se puso a coleccionar botellas de vino. Comía...

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